Escribimos estas líneas en un contexto muy particular. En Europa, en junio de 2019, se vivió una canícula inédita. A nivel global, julio de 2019 se convirtió en el mes más caluroso de los 140 años de registro de temperaturas que hace el National Oceanic and Atmospheric Administration (“Assessing the Global Climate in July”, 2019). En agosto de 2019, por casi tres semanas, sucedieron incendios masivos en la Amazonía brasilera. Según el Instituto Nacional para la Investigación Espacial (INPE), “entre el 1 de enero y el 1 de agosto fueron deforestados 9250 kilómetros cuadrados (…), superando el total del área deforestada en todo 2018, que había sido de 7537 kilómetros cuadrados” (“Incendios en el Amazonas”, 2019). De acuerdo con los datos actuales, los cuatro años más calurosos da la historia se sitúan entre 2014 y 2018.

A pesar de la preocupación de las poblaciones, de los medios de comunicación y de algunos líderes mundiales (del Papa Francisco en el G7, por ejemplo), estos síntomas de una crisis ambiental ocurren al amparo de una institucionalidad que se pone al servicio de intereses económicos globales -como el de expandir el negocio extractivista de la ganadería y del monocultivo de la soja- y de un crecimiento voraz del sistema de dominio capitalista.

La civilización occidental, moderno-científica y capitalista, ha caído en crisis de legitimidad. De su lógica y de sus acciones, se ha desterrado el valor fundamental del planeta: la vida. Un planeta sustentable para la vida es un planeta armónico, en el cual la presencia del ser humano es decisiva para construir el tejido de la biodiversidad planetaria y la Amazonía fue un ejemplo de ello.

Los humanos que ancestralmente habitaron Abya Yala1 (Carrera Maldonado & Ruiz Romero, 2016, p. 12), intensamente conectados con Uma Kiwe (Yonda Yuluçx, Drexler & Tocancipá-Falla, 2016), con una cosmogonía sólida y una claridad sobre las condiciones de su entorno geográfico, desarrollaron, por cerca de 25 mil años antes de la invasión europea, una convivencia co-creativa con su contexto a través de su actuar, de su tránsito, de su actividad de cultivo, que solidificó y diversificó la sofisticación de la vida en el Amazonas; de allí su riqueza en bioma y fauna (Balée, 2013).

En contraste, los humanos que arribaron en 1492 al continente, con un ánimo mercantilista protocapitalista y con una estructura moderno colonial en ciernes, descargaron un proceso de destrucción masiva sobre el continente. Ese genocidio, ecocidio y epistemicidio, a 527 años de ser desatado, está en una nueva etapa de destrucción bajo los derroteros del progreso, el desarrollo y la acumulación de un sistema capitalista voraz, globalizante y neoliberal.

Las fuerzas desatadas del consumismo, la acumulación masiva y el individualismo, propios de este sistema de dominación, exigen nuevos espacios geográficos de soporte en donde, a través de los mecanismos de explotación del hombre por el hombre (esclavismos contemporáneos) y del hombre sobre la naturaleza (extractivismo), se recree la ambición del 1% de la población mundial que acapara el 82% de la riqueza material producida por el sistema (“El 1% más rico de la población mundial”, 2018). Estas fuerzas desatadas someten al planeta a un aumento vertiginoso de la temperatura, por efecto de los gases invernadero, a la extinción de cerca de un millón de especies vegetales y animales (“Un millón de especies de plantas y animales”, s.f.), y a un decrecimiento de las condiciones básicas de vida de la mayoría de las personas.

El impacto ambiental de la actividad humana, a escala planetaria, es una preocupación reciente. En la medida en que se han venido manifestando los devastadores efectos del proceso sostenido de industrialización y del amoldamiento social propio de una modernidad basada en el paradigma del positivismo cientificista, se ha podido construir un consenso sobre la necesidad de poner el medio ambiente en la agenda política internacional.

En este contexto, presentamos un libro de investigación, fruto del trabajo colaborativo de varios autores que interactuaron en el 56th International Congress of Americanists (ICA) 2018, realizado en la ciudad de Salamanca, España. Desde tres instituciones, la Universitaria Agustiniana (Colombia) representada por Luis Gabriel Duquino Rojas, la Universidad de Nantes (Francia) representada por Sylvie Nail y la Universidad Nacional de Colombia representada por Olavo Escorcia, hicimos una propuesta de simposio dentro del mencionado congreso, en el eje temático Ciencias y Medio Ambiente, titulada Sustentabilidad Ambiental Urbana, alternativas al discurso del desarrollo sostenible. Durante el Congreso, el simposio fue presidido y desarrollado por Luis Gabriel Duquino Rojas y Sylvie Nail.

El simposio se estructuró sobre las diferencias entre el discurso de la sostenibilidad desde la lógica economicista, determinista y cientificista, y el discurso de la sustentabilidad, desde la complejidad de las relaciones internas en las que se fundamenta la biodiversidad.

También, en esta perspectiva, se consideró la confluencia del saber ambiental y del saber ancestral en la construcción de nuevos patrones de interacción con los valores ambientales, o más bien el redescubrimiento de los que ya existían en Abya Yala. Efectivamente, la diferencia entre los dos términos proviene del origen de cada uno de los conceptos. El discurso de sostenibilidad tiene origen en el contexto geográfico europeo y norteamericano, con “… la idea de “sostener”, “preservar”, “mantener”; es decir, de insistir en la perpetuación del modelo actual…”. Por otro lado, el concepto de sustentabilidad se ha construido en Latinoamérica. Su esencia es trascendental e implica una modificación íntegra de los modos de producir y habitar el planeta, en afinidad con las ideas de “… sustentar, sinónimo de “alimentar” y “cuidar” y, en alguna medida, de “hacer crecer”, en el sentido de madurar…”(Yory, 2004).

Las 10 presentaciones seleccionadas para el simposio dieron cuenta de un panorama latinoamericano sobre ese debate, desde el contexto de seis países diferentes (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Francia, México). Se abrieron miradas transdisciplinares desde la economía, la ingeniería, el derecho, la arquitectura y el urbanismo, la antropología, la geografía, la historia, la comunicación y la fisicoquímica, sobre la degradación del ambiente urbano, sintetizando preocupaciones comunes y salidas a estas, en un diálogo honesto de saberes y consciente de que, como lo dice Weber (1993, p. 62), “cualquier conocimiento conceptual de la realidad infinita por la mente humana finita descansa en el supuesto tácito de que sólo una parte finita de esta realidad constituye el objeto de la investigación científica”. El resultado puede observarse en este libro de investigación en el que se unieron esfuerzos en red de todos sus autores, algunos de los cuales presentaron una ponencia durante el Congreso, y de otros que después añadieron sus voces a esta polifonía dedicada a “desentrañar aquellos elementos que estructuran y organizan la realidad social” (Morin, 1998, p. 142) para explicarla, en contra del canto de las sirenas, simplificador y globalizante, del desarrollo sostenible. Este libro representa a la vez un ejemplo y un medio para incitar a que desde diversas disciplinas y formas de pensamiento se debata al respecto de algo muy importante: encontrar y defender alternativas reales a la debacle ambiental que hoy transitamos.

La obra está organizada en dos partes. La primera parte da una mirada conceptual a las ambigüedades de los vocablos “sostenible” y “sustentable”, principalmente desde el ámbito económico, que es el que ha venido dominando el discurso sobre el desarrollo sostenible. Así, un primer capítulo, Aproximación al concepto de sustentabilidad ambiental urbana, propone una reflexión teórica de Luis Gabriel Duquino y Fabio Vinasco sobre la sustentabilidad y su relación con los empoderamientos locales para la construcción de territorios sustentables.

Los dos capítulos que siguen ilustran esta reflexión a partir de estudios de caso. En el capítulo ¿Desarrollo sostenible o sustentable?, Lorena Retamal explora el modelo de desarrollo neoliberal en el sector de la producción energética de Chile. Esta autora revisa un tipo de documentos poco analizados en América latina, las memorias de empresas generadoras de electricidad, para evaluar la apropiación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2015-2030. El capítulo concluye que las empresas seleccionadas, aunque en un contexto similar, tienen una concepción de la sostenibilidad disímil y presentan una adhesión desigual a los principios de la Agenda 2030 y de los ODS, lo que refleja una situación global.

El capítulo Previsiones, descripciones y propuestas de la economía ecológica contra el cambio climático, tiene como trasfondo la posibilidad de pensar la economía de manera distinta, en relación con los retos del cambio climático. Marco Aguilera, su autor, nos presenta una mirada sobre tres novedosos modelos de economía ecológica, basados en “coevolución, bucles de retroalimentación y redundancia” que se contraponen a la “maximización y la optimización racional económica”, típicas de los modelos clásicos de la economía.

La segunda parte del libro está dedicada a la revisión de modelos e indicadores de sustentabilidad ambiental urbana, y a los resultados de la degradación del ambiente urbano. El capítulo Aproximación a una síntesis sobre el crecimiento y la sustentabilidad de los ecosistemas urbanos, de Camilo Enrique Gaitán Victoria, da cuenta de la compleja relación entre crecimiento y sustentabilidad en el ecosistema urbano y su entorno. Su relación es dialéctica, sistémica, y da las pistas para un ordenamiento territorial y una planeación urbana sustentable. Según el autor, un mejor entendimiento de las relaciones de los sistemas complejos urbanos y naturales, se podría evitar de percibir los efectos negativos “inconexos a las causas cuando ya son irreversibles y han degradado o degenerado los entornos y poblaciones afectadas”, y en consecuencia se podría evitar corregir los síntomas, con políticas cortoplacistas, en lugar de prevenir sus causas.

El capítulo Medición de sustentabilidad ambiental urbana: una propuesta de adaptación de índices de calidad ambiental al entorno de las ciudades intermedias, de Silvia London y Mariana Zilio, hace una revisión de indicadores de desempeño ambiental (Índice de rendimiento ambiental e Índice de adaptación global de Notre Dame) para adaptarlos a una línea de acción más afín con la Sustentabilidad Ambiental Urbana y con el objetivo 11 de los ODS. Además de complementar el debate presentado en los capítulos anteriores, las autoras se enfocan en lo que constituiría un ecosistema urbano sustentable, o sea “ético, efectivo (saludable y equitativo), auto-regulado, resiliente, flexible, psicológicamente satisfactorio, bajo en residuos y cooperativo”, a partir de un estudio de caso de la ciudad de Bahía Blanca, Argentina.

Por su lado, Reigner Cano y Rodrigo Patiño, en el capítulo Urbanización y patrones de consumo energético en el continente americano, ponen la lupa sobre las temáticas energéticas globales y presentan la relación entre los flujos y consumos energéticos y el fenómeno de la urbanización planetaria. A partir del análisis del flujo de energía per cápita en 23 países de América, los autores identifican de manera precisa la “inequidad de disponibilidad de recursos entre las generaciones humanas presentes y las futuras, además de las que existen actualmente en las distintas regiones”. Así, los autores tienden puentes entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, y propician un diálogo en la búsqueda de alternativas desde las políticas públicas para solucionar las problemáticas ambientales.

En el capítulo Sustentabilidad Ambiental Urbana. Una revisión a la situación ambiental en Bogotá (1990-2018), desde el materialismo histórico geográfico, Luis Gabriel Duquino retoma los hallazgos de los capítulos anteriores y señala que la problemática ambiental es “una situación multidimensional”, que está íntimamente ligada a un sistema neoliberal globalizante “diseñado con la intención de mantener el status quo”, a costa de la degradación del ambiente y de las condiciones de habitabilidad digna en la ciudad. Desde una perspectiva crítica, el capítulo aborda los procesos de degradación del ambiente urbano en Bogotá durante las dos últimas décadas y termina con un llamado urgente a “replantearnos, reflexionar y resistir, para poder constituir nuevos ordenes endógenos”.

El epilogo de la obra lo escribe Joaquín Molano, en el capítulo Luchas sociales por el medio ambiente. Allí el autor hace una exhortación y condena las interpretaciones confusas, simplistas, sobre la crisis ecológica actual, que nos impiden entender y, aún más, actuar bajo los principios de dignidad y justicia. Frente a “una cultura y una sociedad que no puede vivir sin destruir y sin agredir”, el autor propone un entramado vital entre actores, territorios y gobernanza.

Finalmente, agradecemos el importante esfuerzo de todos los autores para llevar sus capítulos al nivel de calidad exigido por los pares que los leyeron, antes de su publicación. También a la Editorial Agustiniana, en cabeza de Ruth Elena Cuasialpud Canchala, por su constante y pertinente apoyo, y al profesor Olavo Escorcia por su acompañamiento y trabajo durante todo este proyecto que hoy se materializa y que ponemos a disposición de los lectores para alimentar tan importante debate contemporáneo.


Luis Gabriel Duquino Rojas y Sylvie Nail (editores)
Bogotá y Nantes
27 de agosto de 2019

Notas

1 Abya Yala, que significa Tierra madura, Tierra viva o Tierra en florecimiento, fue el término utilizado por los Kuna, pueblo originario que habita en Colombia y Panamá, para designar al territorio comprendido por el continente americano. De acuerdo con su momento histórico, los Kuna se referían a este territorio de diferente forma: Kualagum Yala, Tagargun Yala, Tinya Yala, y Abya Yala, siendo este último el que coincidió con la llegada de los españoles.

Referencias