Aquello que miramos,
pero que no podemos ver,
es lo que se llama “etéreo”.

Aquello que escuchamos,
pero que no podemos oír,
es lo que se llama “insondable”.
y aquello que palpamos,
pero que no podemos tomar,
es lo que se llama “sutil”.


(Tao te King, El sendero del TAO)

Introducción

Este capítulo trata sobre ciertas cuestiones sustantivas al ordenamiento urbanístico, que usualmente se obvian por su intangible apariencia. Entre las interpretaciones que hay sobre lo urbano, desde el pensamiento positivista prevalente1, lo esencial, etéreo, sutil o trascendental suelen creerse irrelevantes a pesar de lo cierto y tangibles que pueden ser, desde interpretaciones más acordes con la complejidad, integridad e interdependencia universal. Por ello el contenido del capítulo se plantea más en los términos de una nueva racionalidad que desde los de la racionalidad tradicional (Vilar, 1997).

En el campo de la urbanística y en el de la economía política que la determina, generalmente tienden a omitirse los propios límites y a la vez los del crecimiento y la sustentabilidad urbana en virtud de su intangible apariencia. El desempeño urbano comprende desórdenes que comprometen su sustentabilidad, en función de los órdenes comprometidos con su crecimiento económico inherente. Estos ordenamientos se manifiestan de manera técnica, tecnológica, mercantil, financiera, legal, etcétera, en la producción o en el consumo de recursos, bienes y servicios que suponen los usos urbanos. Todo ello con eficiencias relativas más hacia a lo inmediato que a lo no mediato, pues las ineficiencias remotas (espaciales o temporales), de índole medioambiental, social y demás, conocidas como externalidades negativas, por lo general no se incorporan dentro de las instancias determinantes como retroalimentaciones negativas —para regular y balancear las funciones urbanas, bien sea a través de una economía circular o de una economía ecológica— sino que ocupan una posición marginal.

Esto sucede a pesar de que el paradigma, en que éstos modos de pensar y proceder se soportan, sabe de hace tiempo de su insuficiencia y limitación, cuando la lógica formal y la más refinada racionalidad encontraron la paradoja, la incompletitud, la incertidumbre, la relatividad, el azar, el caos, la complejidad y la subjetividad inherentes a la materia, la energía y la información de que todo está compuesto, así como la ineludible unidad entre el sujeto y el objeto, que las ciencias humanas también ya saben2, pero que el dogma económico que determina el orden mundial insiste en desconocer3.

Desde la experiencia y conocimiento de la función pública y del desarrollo urbano, se puede comprender que, en el planeamiento y ordenamiento urbano y territorial de ciertas ciudades, se confunden prioridades, intereses, órdenes, etcétera, y que hay dificultad para unificar criterios certeros respecto a las relaciones esenciales y trascendentales entre el crecimiento y la sustentabilidad urbana. Por ello muchos programas, proyectos, planes o políticas, orientadas a generar cambios estructurales de largo plazo, resultan siendo postergadas o cuando menos irregulares e insostenibles por cuenta de cambios en las condiciones políticas de corto plazo afectadas por las contingencias e intereses particulares.

En tales situaciones, las percepciones, creencias y concepciones que forman los criterios para ordenar el medio ambiente construido y natural parecen distorsionarse respecto a la sustantiva, evidente e ineludible unidad dada entre lo local, lo global, lo inmediato y no mediato; y su sutil juego de interdependencias y repercusiones.

El disenso puede ser natural y hasta necesario, en asuntos de forma, pero cuando se trata de asuntos esenciales y trascendentales de fondo, puede ser perjudicial. La distorsión observada en la comprensión de las relaciones entre crecimiento y sustentabilidad urbana (RCSU), virtualmente ligada a las percepciones, creencias y concepciones que forman los criterios de valoración, decisión, actuación u omisión, por parte del amplio espectro de agentes públicos y privados; sistémicamente se actualiza y magnifica en repercusiones y alteraciones medio ambientales y sociales de los ecosistemas urbanos, rurales, regionales y mundiales, en tanto son efectos holística y cíclicamente asociados a sus causas sutiles e intangibles.

En este contexto, es procedente dudar de la efectividad de ciertas decisiones y disposiciones para el ordenamiento de las dinámicas urbanas territoriales, regionales y mundiales, dadas con ocasión de tal distorsión, a pesar de que aparente y superficialmente se observe cierta estabilidad, flexibilidad y constancia en los entornos o si se prefiere cierta resiliencia o adaptación. Pero si se atiende la profunda complejidad sistémica y su integridad e interdependencia subyacentes; las relaciones entre crecimiento y sustentabilidad implican una inestabilidad crítica de índole potencial, probable, gradual o súbita, con efectos sobrevinientes imperceptibles e irreversibles a corto, mediano y largo plazo, afectando de manera sustancial y perjudicial las condiciones de vida de la población urbana y rural en general.

Las RCSU suceden espacial, temporal y causalmente, al menos en función de las siguientes determinantes:

Los actores muestran distintos comportamientos de manera dual, tanto formales como informales, de acuerdo con sus intereses, de índole general-público o particular-privado, validados o convalidados, según las instancias de poder correspondientes; generalmente al margen de un sentido de unidad e integridad latente, en virtud de las preferencias, capacidades e información que puedan tener respecto a sus intercambios comerciales, entendidos estos últimos como elección libre y racional del individuo o individualismo metodológico desde el pensamiento económico neoclásico.

Las acciones suceden de muchas maneras, en sí mismas y entre sí mismas, mediadas por técnicas o tecnologías básicas o avanzadas, teniendo un carácter relativamente propio y singular, dada su misma complejidad y sistematicidad, que generalmente es distinguida, limitada o aislada del complejo entorno sistémico global, según una especialización del trabajo cada vez más globalizada aunque fragmentada.

Entretanto, los intercambios de MEI fluyen recurrente y periódicamente, conformando o deformando de manera imperceptible incesantes ciclos con velocidades, intensidades y magnitudes variables; así como retroalimentaciones positivas o negativas, en el espacio y durante el tiempo, desde las partes locales hacia el todo global y viceversa. Ello corresponde a un metabolismo que incrementa exponencialmente la huella ecológica y la degradación termodinámica de la energía en sus múltiples manifestaciones geofísicas.

Tal escenario, es evidentemente creciente y cada vez menos sustentable mientras no se consiga una cierta unidad de criterio, necesaria para autorregular y balancear el desempeño urbano de manera colectiva y efectiva. Una síntesis panorámica de éste escenario, acorde con un sentido común esencial y trascendente entorno a la integridad global, puede ser un referente en el divergente horizonte de percepciones, creencias, concepciones y criterios de todos los actores sociales, y en la necesidad de búsqueda de alternativas de un ordenamiento urbano realmente eficiente.

Comprender la integridad sistémica global asociada al crecimiento y a la sustentabilidad urbana es pertinente para aportar elementos de juicio en una construcción de consensos políticos, legales, administrativos más conscientes, legítimos y acordes con las condiciones complejas del entorno ecosistémico, considerando que el ordenamiento y la planeación urbana y territorial deben atender las relaciones sistémicas biofísicas sustantivas de corto, mediano y largo plazo.

En definitiva este capítulo se propone una hipotética síntesis sobre la complejidad sistémica y dialéctica inherente al crecimiento y la sustentabilidad urbana —sin perjuicio de los análisis que hayan al respecto, y sin desconocer su importancia específica y eventualmente dialéctica—, para aportar en una comprensión sucinta de problemáticas sutiles y trascendentales ligadas a las relaciones intangibles entre las causas y los efectos, según las acciones u omisiones de los actores que conforman las sociedades urbanas.

Para ello, se exponen de manera general algunos aspectos epistemológicos y metodológicos y teóricos involucrados que preceden y soportan la aproximación a la síntesis planteada en su respectivo aparte, para finalmente considerar algunos asuntos relevantes sobre lo expresado.

Aspectos epistemológicos y metodológicos considerados sobre la dialéctica, la sistémica y la hermenéutica

En principio la postura de quien escribe un texto como este es la de un sujeto que percibe fenómenos, problemas y objetos que requieren de alguna explicación o solución. Las relaciones entre el sujeto y el objeto se han desarrollado especialmente desde dos corrientes de pensamiento. De un lado una enfatiza el punto de vista del sujeto, asociada al idealismo y a la subjetividad y de otro lado, otra prefiere el punto de vista del objeto, asociada al realismo y a la objetividad (Echeverri, 2010, p. 37).

Esta división entre el sujeto y el objeto, que a su vez implica una división del objeto mismo de observación en el segundo punto de vista, muestra una prevalencia de éste y por ello de la racionalidad científica, en la que el objeto, fenómeno o problema se segrega mediante el análisis del conjunto al que pertenece para ser explicado parcialmente (Echeverri, 2010). Desde el punto de vista del realismo y de la objetividad, ello supone que el conocimiento de lo real sólo es factible de manera independiente del pensamiento del sujeto. Porque de lo contrario habría muchas formas de pensar y de interpretar un fenómeno y sería imposible unificar criterios y llegar a una realidad única. No obstante, según el punto de vista del idealismo y de la subjetividad, también es cierto que es imposible independizar el sujeto del objeto, por lo que el conocimiento resultante de la observación del objeto va a estar siempre influido por el pensamiento del sujeto (Echeverri, 2010).

De acuerdo con ello, a lo largo de la historia de occidente, se ha tratado de representar la realidad de dos modos netamente diferentes:

Por una parte, un modo relacional, sistémico, estructural, gestáltico, humanista; que valora las cosas, los eventos y las personas por lo que son en sí, a la vez que hace énfasis en la red de relaciones en que nacen y se desarrollan; que considera a este conjunto de relaciones como constitutivo de su ser más íntimo, especialmente al referirse a la persona humana, que será siempre sujeto; y propicia con ello la solidaridad y la dimensión inmaterial y espiritual del ser humano y de las realidades e instituciones por este creadas.

Por otra parte, un modo atomista, elementalista e individualista, que enfatiza lo propio, peculiar y singular de las cosas, los eventos y las personas, y propicia con ello, la objetivación, es aislamiento y la soledad individual. En la metodología para su estudio, valora la objetividad del conocimiento, el determinismo de los fenómenos, la experiencia sensible, el experimento, la cuantificación aleatoria de las medidas, la lógica formal y la verificación empírica (Martínez Miguelez, 1999, p. 29).

Según el idealismo subjetivo, realmente los objetos, fenómenos o problemas estudiados constituyen totalidades que son unidades de partes integradas e interrelacionadas. Dichas totalidades son unidades complejas, que rechazan por igual “la explicación del todo a las propiedades de las partes conocidas aisladamente”, así como explicaciones que reducen “las propiedades de las partes a las propiedades del todo, concebido igualmente en aislado” (Osorio, 2001). Morín citado por Osorio precisa que, “las cualidades de las propiedades, unidas a las partes consideradas aisladamente, desaparecen en el seno del sistema”, ya que “toda relación organizacional ejerce restricciones y constreñimientos de los elementos o partes que le están… sometidos”. Por ello “el todo es más que la suma de las partes, pero también es menos” (Osorio, 2001, p. 30).

Estas cuestiones han sido tratadas profundamente desde hace tiempo en el estudio de la realidad social, en la búsqueda entre otras cosas de la fidelidad y coherencia entre la teoría y la praxis. Las relaciones entre lo general y lo particular y viceversa se han presentado como opciones irreconciliables en muchos momentos de la historia de las ciencias sociales: De las leyes no se ha llegado por deducción a los acontecimientos individuales, así como de los acontecimientos no se ha llegado por inducción a la determinación de las leyes (Osorio, 2001, p. 19).

Desde el punto de vista del idealismo subjetivo, Weber, citado por Osorio, señaló que en materia de conocimiento se trata es de alcanzar las uniformidades de los procesos histórico-sociales, a fin de formularlas como “reglas generales del devenir” y así “lograr la explicación de los fenómenos en su individualidad”. Lo general y lo particular constituyen, por tanto, momentos en el proceso de aprehensión de la realidad. En un sentido semejante sería el conocimiento de la realidad social encontrado en Marx, citado por Osorio, en cuanto a que las especificidades de lo particular alcanzan inteligibilidad dentro de un campo de interpretación global (Osorio, 2001, p. 22).

En ambos casos está implícita una noción de totalidad, compuesta por una multiplicidad de partes, mayor o menor que la suma de éstas. Distinta a una noción de completitud, implícita en el punto de vista objetivo realista del método científico prevalente, que estaría compuesta de manera agregada por infinitos análisis. La totalidad y completitud son dos nociones determinantes en el conocimiento de la realidad. Estas no necesariamente serían excluyentes y por el contrario podrían ser complementarias, considerando que ninguna es suficiente por sí misma para explicar la realidad de manera definitiva.

Frente a una realidad infinita el conocimiento siempre se enfrenta a limitaciones, ya que no existe conocimiento capaz de abarcarlo todo. “Cualquier conocimiento conceptual de la realidad infinita por la mente humana finita –señala Weber, citado por Osorio- descansa en el supuesto tácito de que sólo una parte finita de esta realidad constituye el objeto de la investigación científica (Osorio, 2001, p. 22). Marx, citado por Osorio, de manera complementaria pero diferente señala que “a pesar de su heterogeneidad y de ser infinita, la realidad social tiene un orden, o mejor aún tiene varios ordenes, unos inmediatos, perceptibles a simple vista, por lo general engañosos, y otros más profundos, que es necesario construir y desentrañar” (Osorio, 2001, p. 24).

En palabras de Morín, citado por Osorio, la realidad está estructurada y una de las tareas del conocimiento es “desentrañar esa organización”, así como definir sus legalidades. “Conocer, por tanto, no es poder explicarlo todo ni aprehenderlo todo”, ya que el conocimiento se encuentra limitado ante una realidad sin límites que se recrea día tras día. “Conocer es un esfuerzo que se encamina a desentrañar aquellos elementos que estructuran y organizan la realidad social y que permiten explicarla como totalidad”. La totalidad es lo que organiza una realidad infinita. El conocimiento puede, por tanto, formular una explicación de la totalidad, pero nunca alcanzar la completitud (Osorio, 2001, p. 24).

La noción de sistema resulta idónea para integrar ésta correlación dialéctica entre la totalidad y la completitud o como se ha dicho entre la visión idealista subjetiva y la realista objetiva. Dialécticamente, las cualidades generales que surgen de las síntesis dadas en la totalidad se corresponden con las cantidades específicas implicadas en los análisis de la completitud, mediante la construcción de una totalidad sistémica que integra los fragmentos parciales de información en una misma unidad autorreferente. La dialéctica (Echegoyen Olleta, s.f.) comprende tres leyes básicas inherentes a la complejidad sistémica:

  1. Ley del tránsito de la cantidad a la cualidad: cuando los cambios cuantitativos adquieren un nivel crítico, se produce un cambio cualitativo, un salto que da lugar a una realidad de una especie superior.

  2. Ley de la unidad y lucha de los contrarios: todos los elementos de la naturaleza incluyen en su interior contradicciones, fuerzas antagónicas que dan lugar a nuevos cambios.

  3. Ley de la negación de la negación: no es negación pura y simple sino una asimilación de lo negado, pero en un estadio de realidad superior; es la tesis, antítesis y síntesis; es la afirmación, negación y negación de la negación. Esta ley es válida tanto para la historia, como para el pensamiento y la naturaleza misma.

Con la dialéctica y la sistémica se unifican tanto el pensamiento simplificante —cuantitativo positivista—, incapaz de concebir la conjunción de lo uno y lo múltiple (unitas multiplex), como dice Morín, como el pensamiento holístico —cualitativo— globalizador, que no ve más que el todo (Osorio, 2001, p. 31).

Las complejidades inherentes a las relaciones entre el crecimiento y la sustentabilidad del ecosistema urbano y su entorno, pueden observarse, analizarse y sintetizarse según tal concepción sistémica dialéctica, que integra lo antagónico y excluyente en una totalidad organizada, que se adapta a los ajustes necesarios para actualizarse y redefinirse como unidad contradictoria entre los órdenes y desordenes dados por las dinámicas humanas y naturales, implicados en tales relaciones, según las transformaciones lineales, cíclicas, concentradas, disipadas, lentas y aceleradas, dadas en los intercambios de energía, materia e información, en el espacio-tiempo global planetario.

La asociación entre sistema y totalidad puede entenderse según lo dicho por Saussure, citado por Morín, quien consideró que “el sistema es una totalidad organizada, hecha de elementos solidarios que no pueden ser definidos más que los unos con relación a los otros en función de su lugar en esta totalidad”. Que supone un carácter organizacional y una dinámica operacional (Gómez, 2002, p. 23).

Así mismo para Marx, citado por Lange, los sistemas pueden entenderse como todos, según uno de los temas clave del materialismo dialectico que trata acerca del todo y de la naturaleza de los procesos dialecticos del desarrollo, considerando la existencia de sistemas materiales cuyos elementos están ligados por una cadena de relaciones de causa y efecto; que poseen atributos distintos a los de sus elementos constituyentes, que tienen también sus propios modos de acción, los cuales no se derivan solamente de dichos elementos (Lange, 1975, p. 7).

Pero las explicaciones causales en las que la ciencia clásica ha centrado su atención, han reducido al concepto mismo de causa efecto al simple determinismo mecánico, a pesar de que la causalidad real no es solo lineal, sino también una complejidad organizada, que abarca un conjunto de causalidades diferentes en cuanto a su origen y carácter, tales como: determinismo, aleatoriedad, finalidad, generatividad, diferenciación, evolución, entropías, improbabilidad, creatividad, circularidad, etcétera (Martínez Miguelez, 1999, p. 17).

La dialéctica sistémica ayuda a comprender las relaciones causales subyacentes al crecimiento y la sustentabilidad urbana, en tanto ellas constituyen una totalidad con cualidades emergentes, como consecuencia de la interacción entre sus partes. Martínez refiere a Polanyi, diciendo que hay dos modos de aprehensión intelectual de un elemento que forma parte de una totalidad:

No podemos comprender el todo sin ver sus partes, pero podemos ver las partes sin comprender el todo…Cuando comprendemos como parte de un todo a una determinada serie de elementos, el foco de nuestra atención pasa por los detalles hasta ahora no comprendidos a la comprensión de su significado conjunto. Este pasaje de la atención no nos hace perder de vista los detalles, puesto que solo se puede ver un todo viendo sus partes, pero cambia por completo la manera como aprehendemos los detalles. Ahora los aprehendemos en función del todo en que hemos fijado nuestra atención. Llamaré a esto aprehensión subsidiaria de los detalles, por oposición a la aprehensión focal que emplearíamos para atender los detalles en sí, no como partes del todo. (p. 112)

Así mismo, considerando las totalidades como estructuras emergentes, Polanyi sigue las ideas de Merleau-Ponty, al señalar que las estructuras no pueden ser definidas en términos de realidad exterior, sino en términos de conocimiento, ya que son objetos de la percepción y no realidades físicas; por eso, las estructuras no pueden ser definidas como cosas del mundo físico, sino como conjuntos percibidos y, esencialmente, consisten en una red de relaciones percibidas, más que conocida, es vivida (Martínez Miguelez, 1999, p. 112).

Al decir de Martínez, Polanyi trata de esclarecer en sus estudios lo que estas ideas implican, y llega así a su “teoría del conocimiento tácito y a la lógica de la inferencia tácita”, tanto poderes extraordinarios, usados ordinariamente, que posee el ser humano, acerca de los cuales apenas tiene consciencia, precisamente porque su dinámica es inconsciente o actúa a nivel subliminal, por lo que Polanyi, incluso señala que todo conocimiento es o tácito o enraizado en un conocimiento tácito, ya que el ideal de un conocimiento estrictamente explicito es en verdad auto contradictorio, pues todas las palabras pronunciadas, todas la formulas, todos los mapas y gráficos, privados de sus coeficientes tácitos, son estrictamente algo sin sentido.

El estudio de entidades emergentes requiere el uso de una lógica no deductiva; requiere una lógica dialéctica en la cual las partes son comprendidas desde el punto de vista del todo. Dilthey llama círculo hermenéutico a este proceso interpretativo, al movimiento que va del todo a las partes y de las partes al todo tratando de buscarle sentido. En este proceso, el significado de las partes o componentes está determinado por el conocimiento previo del todo, mientras que el conocimiento es corregido y profundizado continuamente por el incremento del conocimiento de los componentes (Martínez Miguelez, 1999, pp. 112-113).

Según Martínez Miguelez, Gadamer elabora un modo de pensar que va más allá del objetivismo y del relativismo y que explora una noción enteramente diferente del conocimiento y de la verdad: “la lógica dialéctica supera la causación lineal, unidireccional, explicando los sistemas auto-correctivos, de retroalimentación, y pro-alimentación, los circuitos recurrentes y aun ciertas argumentaciones que parecieran ser circulares”.

El hecho de que los elementos subsidiarios de la percepción puedan ser in-especificables, muestra que el conocimiento tácito puede ser adquirido sin identificar que se ha llegado a conocer algo “invisible”, pero cierto. Así, en la estructura de este conocimiento tácito se encuentra un mecanismo que produce descubrimientos dando pasos que no se pueden especificar, como por ejemplo sucedería con la intuición científica (Martínez Miguelez, 1999, pp. 113-114).

Aplicación metodológica de los preceptos epistemológicos

Recapitulando un poco las ideas plasmadas anteriormente y lo dicho en el prefacio en cuanto a la problemática aludida acerca de la distorsión en las percepciones, creencias y concepciones que forman los criterios para conocer y ordenar el medio ambiente construido y natural respecto a lo esencial en ciudades desordenadas, como también acerca de los límites del paradigma positivista frente a las complejas relaciones entre el crecimiento y la sustentabilidad urbana, que no solo hay que entender (analizar) sino que también hay que comprender (sintetizar)4. Esto llevó a definir el objetivo de esbozar una síntesis de las complejas relaciones entre las variables esenciales del crecimiento y la sustentabilidad urbana, como aporte cognitivo para conducir debidamente el desempeño urbano desde las partes al todo global y viceversa, hacia un legítimo sentido común, especialmente atendiendo la posibilidad de percibir y concebir una misma realidad física planetaria (ontológica y teleológica).

De acuerdo con ello se aplicaron metodológicamente los siguientes preceptos epistemológicos:

En principio se consideró la unidad sujeto-objeto como determinante del alcance y contenido en cuanto los aspectos tratados implicaban un tratamiento conjunto, que asociara las partes y el todo. Subsecuentemente se involucró una perspectiva holística para asociar lo general y lo específico dentro del ingente conjunto de variables que ello implicaba, por lo que tales variables se contrajeron a un extracto de elementos básicos dentro del conjunto, como son los actores, las acciones, la materia, la energía, la información, el espacio y el tiempo.

Teniendo en cuenta que la multiplicidad de combinaciones entre las cualidades y cantidades de estos elementos hace prácticamente imposible medir y verificar desde el enfoque positivista sus transformaciones a completitud, las relaciones causales entre el crecimiento y la sustentabilidad es un asunto que requiere unidad mediante un enfoque alternativo y complementario de conocimiento.

Por ello se aplicó un enfoque sistémico, siendo este más coherente para observar esa compleja relación causal entre la totalidad y la particularidad; porque tales relaciones, corresponden a un intercambio metabólico entre el crecimiento y sustentabilidad, constituyendo una totalidad sistémica que involucra las cantidades y cualidades, subyacentes y emergentes, relativas a los flujos de materia, energía e información (MEI), a la heterogeneidad espacial y temporal, así como a la diversidad de actores y de acciones involucradas.

Debido a que conceptos como: sujeto y objeto, todo y partes, crecimiento y sustentabilidad, cantidad y cualidad, ecosistemas urbanos y ecosistemas naturales, estabilidad e inestabilidad, entre otros, pueden ser entendidos como duales, complementarios o interdependientes, se involucró la segunda ley de la dialéctica a la conjunción dada entre totalidad y sistémica, para conjugar de manera dialógica su participación en una estructura denominada totalidad sistémica dialéctica.

Con esta estructura se organizaron los diferentes contenidos y sentidos implicados en los conceptos relacionados, en cuanto las tesis y antítesis que suponen en sí y entre sí, según la tercera ley de la dialéctica, para conseguir finalmente la síntesis propuesta. La complejidad organizada a que se alude, corresponde a la disposición especular, concéntrica y recursiva con la que se diagramó la síntesis en mención.

Como consecuencia resultó la estructura emergente referida que, de acuerdo con la primera ley de la dialéctica, supone que en función de las magnitudes y de los sentidos de los elementos implicados haya una conformación de patrones cíclicos y ondulatorios, con escalas e intensidades variables, en un campo factico de probabilidades infinitesimales, determinadas y aleatorias, que, aunque limitado por la circunferencia global, se comportaría en los términos de un ciclo limite o si se prefiere en los de un atractor caótico compuesto dada su enorme complejidad inherente.

Simultáneamente se consideró el círculo hermenéutico, asociándolo a las relaciones dialécticas de la totalidad sistémica, dadas desde lo específico a lo general y viceversa, para interpretar la estructura emergente, en virtud del conocimiento tácito, implicado en esta complejidad organizada.

De acuerdo con ello y según la teoría de sistemas ecológicos desarrollada especialmente por G. Marten, entre otros, descrita en el aparte teórico, se procedió a conjugar las precisiones teóricas con los planteamientos epistemológicos, a efectos de conseguir el objetivo de esbozar una síntesis como resultado final.

Aspectos teóricos sobre el crecimiento y sustentabilidad

Las ciudades pueden entenderse como ecosistemas artificiales porque también intercambian MEI de las que están compuestas como los ecosistemas naturales. Estas en lo urbano corresponden a los recursos necesarios para su funcionamiento, aunque de diferentes maneras, según las condiciones geográficas, sociales y demás, que les dan forma para sustentar sus crecimientos5.

El crecimiento es visto aquí en términos generales como un complejo agregado de diversas acciones de consumo o de producción de recursos, bienes, servicios; ofertados, demandados y negociados a través de múltiples mercados; para satisfacer una serie de necesidades materiales e inmateriales de individuos, grupos y poblaciones; que se asientan, migran y reproducen en y hacia territorios con diferentes condiciones medio ambientales y geográficas. El crecimiento tiene un carácter emergente y variable, como resultado del incremento de los actores, las actividades, las relaciones, los flujos de MEI, así como del área intervenida en el medio ambiente construido y natural.

Mientras que la sustentabilidad aquí entendida corresponde a las complejas y sutiles condiciones y capacidades que brindan los entornos libres, ocupados, apropiados, explotados o transformados por tales individuos, grupos y poblaciones en función de sus actividades de consumo y producción de recursos, bienes y servicios a modo de adaptación y supervivencia. La sustentabilidad implica una concepción integrada, coherente y consistente de la realidad, que en si misma refiere a lo “sustantivo”, a lo que en principio y en definitiva nos une como seres vivos y mortales, a lo común, esencial y trascendental de toda sociedad. Es decir, a lo atmosférico y biosférico en su unidad global, incluyendo los biomas y ecosistemas en su unidad particular.

El crecimiento y la sustentabilidad de los ecosistemas urbanos y naturales, involucra de manera profunda y trascendental su transformación directa e indirectamente a escala local, regional y global, mediante una compleja relación dialéctica, sistémica desde las partes al todo y viceversa.

En general los crecimientos pueden entenderse como una condición ambiental dada de manera lenta, acelerada o gradual, en el espacio y el tiempo (según se vea), por la presencia de retroalimentaciones positivas y negativas, surgidas como efectos de cambios en los actores, poblaciones, actividades, usos, en intercambios de recursos MEI, que componen los ecosistemas naturales, de los sistemas sociales y de los ecosistemas urbanos, sobre sí mismos, luego de pasar por cadenas cíclicas de efectos en otros componentes de estos, creciendo y cambiando por retroalimentaciones en sí y entre sí mismas, que cuando son negativas generan estabilidad, mientras que cuando son positivas generan cambio (Marten, 2001).

Una retroalimentación positiva es una cadena cíclica de efectos que incrementa el cambio. Cuando crece un componente de estos sistemas, otro componente de los mismos cambia, de manera que el primero crece aún más. Por ejemplo, el crecimiento exponencial de la población en el sistema social y ecosistema urbano, que ocurre cuando hay un exceso en otros componentes correlacionados como el suelo, el agua, los alimentos, la energía y demás recursos de los ecosistemas naturales, que contribuyen relativamente al crecimiento ilimitado de esta. Así como las crecientes poblaciones de plagas que afectan unos cultivos, por efecto de la ruptura de las redes tróficas en los ecosistemas naturales, causada por el uso de agroquímicos para la producción creciente de otros cultivos que demanda la creciente población urbana.

La retroalimentación positiva incrementa el cambio, pero no siempre genera crecimiento. Si un cambio es descendente, la retroalimentación positiva puede hacer que ese descenso se haga aún mayor (Marten, 2001). Por ejemplo, el decrecimiento en modos de transporte como el caballo, las carretas, el tren y el tranvia, frente al crecimiento de otros modos relativamente mas eficientes como los nuevos vehiculos motorizados, o los cambios negativos reflejados en las balanzas comerciales con el decrecimiento de la producción de alimentos nacionales frente al crecimiento en las importaciones de alimentos como el trigo, el maíz, la soya, etcétera, dados en algunas ciudades y regiones.

En la figura 1 se observan los ecosistemas urbanos y naturales interactuando en sí y entre sí. En sí, los crecimientos de población en los ecosistemas urbanos o en los ecosistemas naturales generan crecimiento en estos y viceversa, respectivamente. Entre sí, los crecimientos en el ecosistema urbano generan decrecimientos en los ecosistemas naturales y viceversa. Los crecimientos generalmente se dan por circuitos:

De retroalimentación positiva:


( + ) X ( + ) = ( + ) , ( - ) X ( - ) = ( + ) o ( + ) + ( + ) = ( + ) , ( + ) + ( - ) = ( + )

De retroalimentación negativa:


( + ) X ( - ) = ( - ) , ( - ) X ( + ) = ( - ) o ( - ) + ( - ) = ( - ) , ( + ) + ( - ) = ( - )

Figura 1. Interacción sistémica entre ecosistemas urbanos poblaciones y ecosistemas naturales Fuente: adaptado con base en Marten (2001).

La retroalimentación negativa es una cadena cíclica de efectos que se opone al cambio, manteniendo las cosas en el mismo estado. Cuando una parte componente de un ecosistema cambia demasiado con respecto a lo que debiera ser, otras partes del ecosistema cambian de manera que dan marcha atrás al cambio que aconteció en un principio. Por ejemplo, las dadas entre los ecosistemas naturales y los ecosistemas urbanos, cuando surgen zonas de recuperación ambiental, luego de la reubicación de poblaciones afectadas por eventos de desastre de remoción en masa o inundación, asociados a la ocupación y construcción informal en estas zonas de riesgo; o las dadas entre el ecosistema urbano y la población, cuando se reducen las emisiones atmosféricas de los materiales particulados, por el cambio de combustible en los sistemas de transporte público, según las respectivas recomendaciones sanitarias a causa del incremento de enfermedades respiratorias en la población. La función de la retroalimentación negativa consiste en mantener las partes del sistema dentro de los límites necesarios para la supervivencia. La retroalimentación negativa es una fuente de estabilidad; es una fuerza de estabilidad, contra el cambio (Marten, 2001).

Si los ecosistemas urbanos y sus regiones próximas, fuesen más autosuficientes, la regulación de sus poblaciones tendría una retroalimentación negativa más notable, por lo que sería más probable para ellos mantenerse dentro de los límites de la capacidad de carga de su medio ambiente inmediato y próximo. La capacidad de carga corresponde a la cantidad de recursos disponibles y suficientes en un entorno accesible que pueden sustentar las poblaciones urbanas indefinidamente (Marten, 2001). Por ello, es relativa al suministro de recursos en el espacio y en el tiempo, entre otras condiciones e inherente a la sustentabilidad.

En términos generales el crecimiento de los ecosistemas urbanos y de su población se sustenta simultáneamente mediante circuitos cíclicos de retroalimentación positiva y negativa. Según la primera, la población crecerá, hasta cuando los recursos comiencen a disminuir. Según la segunda, los recursos decrecerán hasta que la población comience a decrecer, disminuyendo los nacimientos y aumentando los decesos. Consecuentemente el crecimiento urbano seguiría circuitos semejantes (figura 2).

En términos específicos, los crecimientos de la población y del ecosistema urbano dependen de un amplio espectro de posibilidades intermedias, expresado en los mercados de recursos, bienes o servicios que el sistema socioeconómico proporciona a las poblaciones, pues excepcionalmente estos se adquieren de manera directa. El crecimiento de la población y del ecosistema urbano está así mediado por una serie de relaciones dadas entre los productores, distribuidores o consumidores, según la existencia, escasez, oferta, demanda y precio de los recursos, bienes o servicios de ellos derivados.


Figura 2. Retroalimentaciones (+) y (-) entre ecosistemas urbanos, poblaciones y recursos naturales Fuente: adaptado con base en Marten (2001).

Este comportamiento presenta un carácter sistémico más claro, cuando se observa en un horizonte más amplio, con una perspectiva delimitada por la capacidad de carga (sustentabilidad) de los ecosistemas y de la biosfera en que se soportan el crecimiento general de la población y el de los ecosistemas urbanos (figura 3).

No obstante, y vista así, en principio y en definitiva, la retroalimentación negativa regula el crecimiento de las poblaciones y de los ecosistemas urbanos y naturales cuando estos se encuentran cerca de su capacidad de carga o en otras palabras de la sustentabilidad.

Si el crecimiento de estos es menor a su capacidad de carga, éste podrá aumentar hasta alcanzar ésta capacidad. Si el crecimiento supera la capacidad de carga, éste podría disminuir (Marten, 2001), de no alcanzar una nueva capacidad de carga, generada por el desplazamiento del umbral de autosuficiencia local y regional, lo que sucede cuando la disponibilidad de recursos endógenos se suple mediante los intercambios mercantiles exógenos.


Figura 3. Crecimientos ecosistema urbano y población frente a capacidad de carga (sustentabilidad) Fuente: adaptado con base en Marten (2001).

En consecuencia, la sustentabilidad varía de manera relativa a las condiciones que las poblaciones tengan en el espacio y en el tiempo, dentro de un margen de error tan amplio que parece imperceptible, no obstante, los cambios siguen sucediendo tanto gradualmente, de manera disipada, como súbitamente, de manera concentrada y sin aparente relación. Los ecosistemas y los sistemas sociales pueden permanecer aproximadamente sin variación durante largos períodos, pero a veces cambian muy rápidamente y de forma dramática. Funcionan mejor cuando presentan un balance apropiado entre las fuerzas que promueven el cambio y las que promueven la estabilidad (Marten, 2001).

Por ello las curvas de crecimiento demográfico tienden a ser exponenciales en ciertos momentos dada la retroalimentación positiva, aunque el crecimiento exponencial no continúa indefinidamente, considerando la retroalimentación negativa dada cuando se excede la capacidad de carga, que es relativa al espacio y al tiempo, por lo que la curva de población tiende a tomar un sentido inverso, que puede oscilar alrededor de la capacidad de carga si se observa en una escala apropiada (figuras 4 y 5).


Figura 4. Crecimiento exponencial población Fuente: adaptado con base en Marten (2001).

Figura 5. Crecimiento exponencial y capacidad de carga Fuente: adaptado con base en Marten (2001).

La capacidad de carga no solamente está relacionada con la capacidad de los ecosistemas naturales para sustentar la demanda de recursos de un ecosistema urbano, sino que también lo está con la capacidad técnica y tecnológica que los individuos y sociedades, que hacen parte de los ecosistemas urbanos y de sus entornos regionales, heredan o adquieren culturalmente para usar los recursos naturales directamente o para disponer de ellos a través de bienes y servicios transformados. El desarrollo tecnológico ha permitido relativamente mayor eficiencia en la explotación, transformación, producción y distribución de bienes y servicios con base en el usufructo de los recursos naturales, de manera tal que los excedentes o las deficiencias de estos en los ecosistemas urbanos y regiones circundantes se compensa mediante el intercambio comercial, que subsecuentemente conlleva al crecimiento y a la sustentabilidad de las poblaciones y de los mismos ecosistemas (figura 6).


Figura 6. Crecimiento exponencial y capacidad de carga Fuente: adaptado con base en Marten (2001).

La capacidad de carga es un límite superior que la disponibilidad de recursos impone a todos los ecosistemas y sistemas sociales; pero es común que sus poblaciones se vean reguladas por debajo de los límites de disponibilidad de recursos por fuerzas ecológicas distintas a la desnutrición y la inanición (Marten, 2001), como las dadas por la racionalidad económica y tecnológica vigente.

Tanto el desarrollo económico como el tecnológico han desplazado los límites del crecimiento del ecosistema urbano y social, respecto a la capacidad de carga, local regional y global. En consecuencia las relaciones económicas y ecológicas implicadas entre el crecimiento y la sustentabilidad, se expresan con amplios espectros en el espacio y el tiempo, entre lo inmediato, lo mediato y lo remoto. Esto relativiza la relación entre las causas y los efectos implicados en la degradación del medio ambiente natural, derivada del consumo y la producción de los recursos, bienes y servicios requeridos para satisfacer las diversas necesidades de las poblaciones asociada al crecimiento económico y al desarrollo tecnológico surgido en los diversos niveles organizativos como propiedad emergente.

Los ecosistemas naturales, urbanos y los sistemas sociales son sistemas complejos y adaptativos, porque tienen muchas partes componentes y conexiones entre estas, y porque su estructura de retroalimentación les brinda la habilidad para cambiar en formas que promueven su conservación en un entorno fluctuante (Marten, 2001). Esta característica se debe a la existencia de propiedades emergentes en sus diferentes niveles de organización.

Los comportamientos dados en cada nivel organizativo de los ecosistemas naturales, urbanos y sociales son propiedades emergentes que resultan de las relaciones internas y externas sostenidas por sus partes componentes en sí y entre sí. Estas propiedades funcionan sinérgicamente, según cada nivel de organización, otorgándole un carácter propio mayor o menor a la suma de sus partes, que las une entre sí y las hace funcionar en conjunto, promoviendo su auto-organización y su propia conservación (Marten, 2001).

El comportamiento de todas las partes está determinado por circuitos cíclicos de retroalimentación que interconectan el sistema como totalidad, mediante complejas combinaciones entre acciones, procesos y funciones, que emergen como propiedades y características, y que retroalimentan positiva o negativamente el crecimiento, la regulación o el cambio en conjunto de los ecosistemas urbanos y sistemas sociales.

La capacidad de carga de los ecosistemas naturales, urbanos y sociales también surge como una propiedad emergente en conjunto, porque la disponibilidad de los recursos, requeridos para el sustento de sus poblaciones, resulta de la interacción entre partes componentes y niveles organizativos de otras propiedades emergentes como las redes tróficas y mercantiles, que conducen y disponen los recursos a las poblaciones.

Los niveles organizativos están dados por la unión de partes componentes, conexiones funcionales y circuitos cíclicos de retroalimentación, surgen de un proceso de ensamblaje que ocurre de manera simultánea, parecido al proceso de selección natural de la evolución biológica (Marten, 2001). Este proceso implica una sucesiva participación de poblaciones de diferentes especies, que en la conformación de los ecosistemas naturales, van desde micro organismos, vegetales hasta animales, tramando una compleja red de cadenas y ciclos alimentarios de naturaleza interdependiente entre crecimiento, decrecimiento, competencia y adaptación entre las poblaciones. Los partes componentes de cada nivel interactúan principalmente entre sí, en respuesta la información que surge en común (Marten, 2001), conformando patrones organizativos. En los ecosistemas urbanos y los sistemas sociales, hay partes componentes que compiten y se adaptan para la supervivencia de manera semejante, conformando cadenas, redes, circuitos y ciclos, por los que fluyen y se intercambian los recursos, bienes y servicios, según los intereses, fuerzas, jerarquías, dominios y patrones dados.

Los ecosistemas urbanos y los sistemas sociales presentan un carácter dialéctico sistémico inherente, expresado en las tensiones dadas entre tales fuerzas, jerarquías, dominios y patrones, que se resisten al cambio por retroalimentación negativa o que promueven el cambio por retroalimentación positiva. Según se ha dicho, la retroalimentación negativa mantiene a las partes esenciales del sistema dentro de los límites requeridos para que funcionen conjuntamente, mientras que la retroalimentación positiva les proporciona la capacidad para efectuar grandes cambios cuando resultan necesarios. La retroalimentación negativa puede dominar en algunos momentos, y en otros la positiva puede resultar la dominante, dependiendo de la situación. Como resultado, los ecosistemas urbanos y los sistemas sociales pueden permanecer relativamente más o menos en el mismo estado durante largos períodos, pero también pueden cambiar muy súbitamente (Marten, 2001), según sean las condiciones emergentes o subyacentes del entorno sistémico del cual dependen en principio y en definitiva.

Estos cambios se dan de dos maneras: a) progresivamente, debido a procesos internos de unión o ensamblaje para auto-organizarse. Generalmente son lentos y disipados en el espacio y en el tiempo (Marten, 2001). Por ejemplo, la exigua transformación cultural surgida en los sistemas sociales, como el activismo político ambiental que viene dándose como efecto del deterioro medio ambiental, el cambio climático, etcétera; b) súbitamente, de un dominio de estabilidad a otro, debido a perturbaciones externas. Generalmente son rápidos y concentrados. Por ejemplo, el desuso de plomo en la gasolina a causa del repentino envenenamiento de la población por inhalación de esta sustancia.

Los cambios progresivos y los súbitos se combinan dialécticamente para formar complejos ciclos sistémicos (figura 7). El crecimiento es un período dominado por la retroalimentación positiva y por las acciones, procesos y funciones de unión o ensamble que conforman la auto-organización. Es un tiempo de expansión, recuperación, aceleración y creciente complejidad.


Figura 7. Ciclos de cambio y organización Fuente: adaptado con base en Marten (2001).

La inestabilidad y la estabilidad son períodos de relativo equilibrio, en los que los sistemas alcanzan un alto nivel de complejidad/simplicidad y conexión entre sus partes. Predomina la retroalimentación positiva en el primero y la negativa en el segundo. Los sistemas pueden hacerse rígidos y parecer indestructibles, pero el desbalance y la carencia de flexibilidad pueden hacerlos eventualmente vulnerables a la destrucción.

La recesión y la depresión suceden cuando los sistemas son afectados por crisis o perturbaciones externas. Las retroalimentaciones positivas generan cambios evidentes, los sistemas son Inestables y susceptibles a la descomposición, cuando transgreden los límites de sus dominios.

La recuperación es un período en el que el sistema empieza a recuperarse de la destrucción. Es un tiempo de creación en el que los cambios pueden suceder aceleradamente y seguir una gran variedad de direcciones posibles; esto es, el sistema tiene la posibilidad de moverse hacia varios dominios de estabilidad/inestabilidad, diferentes.

El azar puede ser un factor importante en la forma en que se reorganiza un sistema, determinando hacia qué dominio de estabilidad/inestabilidad se dirige. El periodo de crecimiento que sigue al de recuperación depende del curso iniciado durante este último (Marten, 2001).


Figura 8. Estados y dominios de estabilidad ecosistemas urbanos y sociales Fuente: adaptado con base en Marten (2001).

La reflexión sistémica ha permitido profundizar en dos aspectos centrales para el estudio de entidades socioeconómicas: el problema del equilibrio como indicador de estabilidad del sistema, y los procesos cíclicos como reflejo de su clausura fenomenológica (de la Reza G, 2010). La figura 8 muestra los cambios de dominio y de estabilidad surgidos en el transcurso de los complejos ciclos sistémicos dados en los ecosistemas urbanos y sistemas sociales.

Los complejos ciclos de sistémicos con estados y dominios alternos entre el crecimiento y la recesión/depresión, con sus respectivos períodos exponenciales, lineales o estacionarios de aumento, reducción o fluctuación, que subyacen en los ecosistemas urbanos y los sistemas sociales, fluctúan entre la inestabilidad y estabilidad, regulando sus tendencias mediante las retroalimentaciones, según sea la capacidad de carga que los sustenta en relativo equilibrio, colapsando en caso de trasgredir los límites de sus dominios y cayendo en estados de recesión/depresión, mientras se estabilizan las condiciones para la recuperación y el crecimiento subsecuentes.

Las retroalimentaciones dadas en los ecosistemas urbanos y sociales respecto a los estados y dominios, se expresan en su correspondiente dimensión política y administrativa. En estas instancias las políticas podrían cambiar dependiendo del curso tomado por los estados cíclicos de estos sistemas, aunque ellas parezcan consolidadas y rígidas, pues si surgen periodos de inestabilidad y su consecuente recesión/depresión, estas serían cuestionadas y rechazadas considerándose inadecuadas. Subsecuentemente durante los periodos de recuperación podrían reformularse, incluso con marcos de referencia radicalmente nuevos que durante el crecimiento se afinarían en sus detalles y se podrían robustecer (Marten, 2001).

Aproximación a una síntesis sobre el crecimiento y la sustentabilidad urbana

Considerando lo expresado en los apartes anteriores, ahora de modo esquemático se presenta como resultado la construcción de una totalidad sistémica dialéctica como la aproximación a una síntesis sobre el crecimiento y la sustentabilidad de un ecosistema urbano (figura 9).


Figura 9. Totalidad sistémica dialéctica relación crecimiento/sustentabilidad Fuente: elaboración propia.

En primera instancia se disponen al centro las Dinámicas Urbanas, compuestas por los usos: Industrial, comercial, residencial, servicios y por el transporte; y a su vez estos por las acciones, procesos y funciones, realizadas por la población. En seguida se disponen el espacio y el tiempo, de manera lineal y cíclica, según un espectro variable de escalas, rangos e intervalos en los que suceden las dinámicas urbanas. Luego al fondo se dispone el entorno biosférico y ecosistémico en que sucede el crecimiento y la sustentabilidad del ecosistema urbano (figura 9).

La disposición dialéctica entre el crecimiento y la sustentabilidad, surge en la relación sistémica que las dinámicas urbanas sostienen con su entorno ecosistémico y biosférico, para crecer y sustentarse y que están dadas, en términos generales, por el intercambio cíclico de flujos de energía, materia e información (figura 9).

En términos específicos, estos flujos corresponden, por una parte, a los recursos naturales requeridos por el ecosistema urbano en sus sucesivas acciones, procesos y funciones de consumo, producción y distribución de bienes y servicios, implicadas en los usos urbanos; y por otra, a las emisiones, vertimientos y disposición de residuos sólidos, generados por éstas dinámicas. En ambos casos los flujos son aportados o recibidos por los ecosistemas de los entornos locales, zonales, territoriales, regionales y globales (biosfera, atmosfera e hidrosfera) de la ciudad.

Las dinámicas urbanas, ecológicas y sus correspondientes flujos; conforman múltiples ciclos (periodos) de transformación e intercambio de manera sucesiva y simultánea, que se caracterizan por presentar diferentes intensidades, densidades, cantidades o velocidades, con escalas, rangos e intervalos variables de espacio, tiempo, energía, materia e información (figura 9 y 10).

Los ciclos, generalmente entendidos de modo discreto, también pueden considerarse de modo continuo, según un continuo espacio-temporal6, se comportarían de manera ondulatoria, con espectros, frecuencias, longitudes, amplitudes, oscilaciones, desfases, interferencias, resonancias y otras características similares a las de las ondas físicas, pero con diferentes intensidades, densidades, cantidades o velocidades, dadas las diferentes proporciones en las escalas, rangos e intervalos en el espacio y el tiempo del ecosistema urbano y su entorno global. El tiempo y el espacio se manifiestan de forma lineal y circular o cíclica (figura 9, 10, 11).


Figura 10. Escalas, rangos e intervalos cíclicos con frecuencias, amplitudes, longitudes variables Fuente: elaboración propia.

Los ciclos configuran ritmos periódicos a lo largo del tiempo lineal y en el tiempo circular de manera simultánea, según sus características, en el espacio global. Aunque tal idea no está desarrollada, es necesario señalar que la relación ecosistémica entre el crecimiento y la sustentabilidad urbana comprendería entonces complejas interferencias ondulatorias sucedidas entre los ecosistemas urbanos y los ecosistemas naturales que los sustentan, mediante los intercambios cíclicos de recursos, bienes y servicios (energía, materia e información), asociados a las acciones, procesos y funciones implicadas en los usos y dinámicas urbanas (figura 11).

Tales interferencias corresponden a interacciones e intercambios que ocurren en escalas, rangos, intervalos de espacio y de tiempo, heterogéneos, y con intensidades, densidades, cantidades o velocidades de energía, materia e información, disímiles (figura 11); tienen un carácter dialéctico y sistémico pues oscilan entre la estabilidad (en fase) y la inestabilidad (en desfase), considerando entre otros aspectos, los siguientes:

En principio, las relaciones entre crecimiento y sustentabilidad fluctúan naturalmente, pues los intercambios entre los ecosistemas urbanos y naturales, no son homogéneos, reflejándose ello en los intervalos dados por los ciclos naturales en que se producen algunos recursos, como ciertos alimentos de temporada que abundan o escasean según sea el momento y el lugar donde se producen.

Los excedentes en la producción de algunos recursos naturales alimentarios frente a la deficiente producción de ellos en proximidad a los ecosistemas urbanos, como en ciertas ciudades y sus regiones de abastecimiento; reflejados en el desaprovechamiento del potencial productivo local-regional, con la consecuente importación de alimentos, por medio del mercado y de tecnologías no limpias en su producción y transporte.

Las desproporcionadas demandas de algunos recursos naturales por parte de los ecosistemas urbanos, que agotan forzosamente las existencias naturales de tales, sin esperar su regeneración natural, como, por ejemplo, la extinción dada en especies de fauna y flora endémicas, para satisfacer las demandas alimentarias y energéticas de la población en el entorno local y regional de algunas ciudades desde su fundación.

La acelerada reproducción de especies de fauna y flora, con intereses exclusivamente económicos, a través de la agroindustria, química y genéticamente tecnificada, mediante monocultivos extensivos desarrollados en reemplazo o detrimento de los ecosistemas naturales y de la biodiversidad local y regional del entorno, como sucede con la expansión de la ganadería, la floricultura y los sembrados de papa, eucalipto y otros, en las zonas acuíferas, de bosques y de páramos alto andinos de algunas ciudades y regiones de influencia.

La contaminación local, regional y global, por agentes químicos no biodegradables o por exceso de materia orgánica en suelos, aguas, aire, flora y fauna; implicados en las acciones, procesos y funciones de producción, distribución, consumo de bienes y servicios, asociados a los usos y dinámicas urbanas.

Las alteraciones climáticas asociadas al crecimiento de las emisiones GEI (gases efecto invernadero), que conllevan la pérdida súbita o gradual de los diferentes ecosistemas naturales y sus consecuencias sobrevinientes, irreversibles o inciertas, respecto a la sustentabilidad urbana.

En conjunto, el crecimiento frente a la sustentabilidad, la inestabilidad frente a la estabilidad, y los circuitos de retroalimentación positiva o negativa implicados en los intercambios, revisten un carácter cíclico en sus múltiples aspectos y constituyen la compleja relación dialéctica sistémica que sostienen los ecosistemas urbanos y sociales frente a sus entornos naturales, en tanto confluyen fuerzas opuestas que se ínterdeterminan periódicamente de variadas maneras.


Figura 11. Interferencias, interacciones e intercambios cíclicos entre ecosistemas urbanos y naturales Fuente: elaboración propia.

Los circuitos de retroalimentación son ciclos formados por intercambios de energía, materia e información. Están compuestos por estos elementos, que fluyen en el espacio y en el tiempo global, de manera subyacente, comportando las características ondulatorias mencionadas (frecuencias, longitudes, amplitudes, resonancias, interferencias, fases, desfases y fluctuaciones). Esto porque las intensidades, densidades, cantidades o velocidades de sus transformaciones están disipadas en el espacio y en el tiempo, en proporciones muy variadas, y con disímiles escalas, rangos e intervalos. En las figuras 10, 11 y 12, se presentan de manera abstracta e idealizada estos ciclos con algunas de sus características ondulatorias.

La interferencia o interacción de los ciclos presenta estados o fases de estabilidad o inestabilidad, dependiendo del complejo balance entre las tendencias opuestas que suponen las relaciones dadas entre crecimiento y sustentabilidad. Tales tendencias tienen sentidos positivos o negativos correspondientes al signo de las retroalimentaciones implicadas, que regulan, inhiben o estimulan el comportamiento sistémico. Por lo tanto las tendencias son una señal plausible del sentido o estado hacia el que se dirige o en el que se encuentra el sistema.

En general, los estados de inestabilidad y de estabilidad, dependen de la correspondencia dada, entre el crecimiento del ecosistema urbano y la sustentabilidad de los ecosistemas naturales, según las velocidades con las que se transforman de parte y parte, los recursos (energía, materia, información) intercambiados, a mayor consumo de recursos por cuenta del primero, y menor producción de los mismos, por cuenta del segundo, surgen tendencias de inestabilidad, seguidas, de momentos de recesión y depresión, reflejadas en la escasez y el subsecuente incremento de precios en el mercado de los recursos, bienes y servicios. A la vez, a menor consumo de recursos por parte del primero y mayor producción de los mismos por parte del segundo, surgen tendencias de estabilidad, seguidas de momentos de recuperación y aceleración, reflejadas en la abundancia y subsecuente caída de precios en los recursos, bienes y servicios.


Figura 12. Interferencia (destructiva) e Interacción cíclica (desfasada) entre ecosistema urbano y entorno natural Fuente: elaboración propia.

En particular, los ciclos de transformación e intercambio de los recursos tienen diferentes velocidades y están compuestos a su vez por otros ciclos, tanto en el ecosistema urbano como en los ecosistemas naturales. En el ecosistema urbano, las acciones, procesos y funciones de producción y consumo poblacional, económico, residencial, comercial, industrial, de servicios y de transporte, entre otros, revisten un carácter cíclico. En los ecosistemas naturales, a los recursos básicos suelo, energía, agua, aire, alimentos, flora, fauna y residuos, tienen igualmente sus correspondientes ciclos.

La interacción cíclica muestra asincronías, como por ejemplo las dadas por las diferentes velocidades entre los crecientes y acelerados consumos de recursos básicos, como las energías no renovables y su correspondiente y lenta reposición en los ecosistemas naturales, que se traduce en tendencias hacia estados de relativa inestabilidad. La coincidencia o no de las fases cíclicas conlleva a situaciones de crecimiento sustentable o no, y se expresarían como interferencias constructivas o destructivas (figuras 12 y 13).


Figura 13. Interferencia (constructiva) e Interacción cíclica (en fase) entre ecosistema urbano y natural Fuente: elaboración propia.

Consideraciones finales

En la historia del pensamiento y del conocimiento han sido recurrentes las percepciones y concepciones relativas y absolutas acerca de la realidad del mundo fenoménico. Hay un confuso espectro de combinaciones entre la intuición y la razón, entre lo subjetivo y lo objetivo, etcétera. Lo dicho fueron solo algunas ideas acerca de la posibilidad de conjugar tantas dualidades mediante una compleja totalidad sistémica-dialéctica, atendiendo que tal episteme comprehende ello y permite comprender aquello que siempre escapa al pensamiento positivista.

La dialéctica entre crecimiento y sustentabilidad supone una variedad de visiones específicas y generales que aún están por conciliarse, en tanto la complejidad inherente al todo dificulta observar con claridad la relación interdependiente entre las partes y el todo que integran la unidad global planetaria. Sin embargo, es necesario comprender esta dualidad para superar las confusiones y falacias asociadas a la historia del desarrollo urbano, que por efecto han traído la destrucción de los entornos naturales, la pobreza de las sociedades y demás problemáticas.

Las acciones u omisiones de las poblaciones, comprendidas en los usos urbanos y en las actividades socioeconómicas, implican la transformación diferencial de la energía, la materia y la información, de manera disipada o concentrada en el espacio y en el tiempo. Por ello los efectos se perciben inconexos a las causas, cuando ya son irreversibles y han degradado o degenerado los entornos y poblaciones afectadas y las soluciones a las problemáticas ambientales y sociales, generadas por las dinámicas urbanas, se orientan más a corregir los síntomas que a prevenir sus causas.

En cierto modo la racionalidad científica tecnológica, en provecho del beneficio inmediato, particular y privado de los grupos de poder que a sí mismo la promueven y detentan, obvia las relaciones complejas y sutiles implicadas en las actividades económicas y urbanísticas. Se marginan de las utilidades, los verdaderos costos ecológicos subsumidos en la cadena de valor explotación, transformación, producción, distribución, consumo y desecho de los recursos, mientras que estos últimos a su vez se monetarizan y mercantilizan, sin consideración ética o moral sobre las consecuencias sistémicas que supone su aprovechamiento irresponsable.

En general, los patrones de comportamiento socioeconómicos orientados por la economía de mercado, son de carácter individualista, pragmático, oportunista y utilitarista. Por lo mismo, tienden a ser lineales o de ciclos cortos, acelerados, revolucionados y de corto plazo. Omiten la trascendencia, subsecuente de mediano y largo plazo.

Aunque no se perciba, las dinámicas urbanas, revisten un carácter ondulatorio, pues en principio las acciones son cíclicas, en tanto patrones reiterativos de comportamiento, que implican a su vez intercambios reiterativos de materia, energía e información producida y reproducida de manera cíclica, en el espacio y en el tiempo con diferentes velocidades, intensidades y escalas. Por lo tanto, las causas y los efectos trascienden desde las partes hacia el todo de manera “continua” así no lo parezca, dentro de un inmenso espectro de probabilidades y posibilidades.

El crecimiento y la sustentabilidad urbana tienen unos límites asociados a las velocidades, intensidades y escalas de producción y reproducción cíclica de la materia energía e información que provén los entornos naturales, que a su vez se correlaciona con las velocidades, intensidades y escalas de producción y consumo cíclico de recursos implicadas en las actividades urbanas.

La correspondencia dada entre las velocidades de extracción y consumo de los recursos y las de reposición de los mismos, en términos sistémicos, implica una mayor sincronización entre los ciclos de actividad urbana y los ciclos de actividad natural que entran en conflicto, para conseguir la sustentabilidad urbana o estabilidad ondulatoria inherente a la unidad dada entre las partes y el todo.

Aunque se comparten enfoques sistémicos complementarios, como por ejemplo las modelaciones de Meadows sobre los límites del crecimiento, no se incluyeron porque el enfoque evitó el cálculo extremo y la modelación matemática, sin perjuicio de los aportes de tales estudios, que también consideran que el crecimiento y la sustentabilidad son interdependientes.

También se prescindió de la medición de externalidades ambientales y la valoración monetaria de los recursos según lo hace la llamada economía ambiental, porque en su lugar se optó, aunque de manera muy breve, por la lógica de los sistemas ecológicos, abordada por la economía ecológica, marcando de cierta manera el sentido epistemológico considerado, pues la valoración del crecimiento y de la sustentabilidad son más afín con esta última concepción.

Así mismo no se consideraron las mediciones de la huella ecológica, en tanto esta se alinea con la contabilidad ambiental de cierto modo, y aunque para efectos prácticos sería necesaria la precisión matemática dentro de la estructuración política, legal y administrativa, de todos modos, también sería conveniente concebir la realidad urbana con mayor integridad.

Las coincidencias con teorías y modelos de autores como Howard T. Odum, entre otros, respecto a algunos conceptos ecológicos utilizados, como el de flujos de energía, materia e información, como los sistemas oscilatorios, etc., que no se explican con la profundidad debida por ahora, pero que deberían desarrollarse con mayor amplitud para mostrar su importancia sustantiva.

No se trataron en detalle aspectos relativos a la información y su importancia en la organización y desorganización ecosistémica, y sus implicaciones termodinámicas y cibernéticas, que resultan esenciales y trascendentales, y que han sido tema de autores como Georgescu-Roegen en lo económico, Ramón Margalef en lo ecológico y James Gleick en lo social. Por ello, entre otras muchas cuestiones que han quedado apenas insinuadas, es que se emplea el término aproximación como adjetivo del título de este capítulo.

Así mismo queda pendiente involucrar en una versión mejorada otras concepciones surgidas con el paradigma de la nueva racionalidad respecto a la conformación sistémica de la realidad de autores como Rupert Sheldrake acerca de la causación formativa o morfogénesis.

Notas

1 La fuerza conductora del positivismo puede muy bien ser considerada como la adhesión al criterio de verificabilidad en relación al significado de los enunciados de tipo cognitivo. La aceptación de ese principio llevó a los positivistas a rechazar como claramente problemáticas muchas de las afirmaciones de la religión, la moral y del tipo de filosofía que ellos describen como metafísica (Audi, 2004).

2 La epistemología actual ha ido logrando una serie de metas que pueden formar ya un conjunto de postulados irrenunciables, como los siguientes: toda observación es relativa al punto de vista del observador (Einstein); toda observación se hace desde una teoría (Hanson); toda observación afecta al fenómeno observado (Heisenberg); no existen hechos solo interpretaciones (Nietzche); estamos condenados al significado (Merleau Ponty); ningún lenguaje consistente puede contener los medios necesarios para definir su propia semántica (Tarski); ninguna ciencia está capacitada para demostrar científicamente su propia base (Descartes); ningún sistema matemático puede probar los axiomas en que se basa (Godel); la pregunta, ¿qué es la ciencia?, no tiene una respuesta científica (Morin). Estas ideas matrices conforman una plataforma y una base lógica conceptual para asentar todo proceso racional con pretensión científica, pero chocan con los parámetros de la racionalidad científica clásica tradicional (Martínez Miguelez, 1999).

3 Para mayor detalle ver Scarano, s.f.

4 A pesar de que muchas personas los toman como sinónimos, es decir, palabras que significan lo mismo, los términos entender y comprender poseen significados diferentes. Es posible, por ejemplo, entender una situación, pero no comprenderla. Muchos diccionarios insisten en utilizar indiferentemente cualquiera de las dos. Aunque esto no es completamente incorrecto, las diferencias existentes entre estas dos palabras pueden comprenderse más bien como filosóficas o semánticas. Por un lado, entender se define como la percepción con claridad de una situación específica. Es reconocer el sentido de algo (Real Academia Española, 2019a). En cambio, comprender es la toma de conciencia concerniente a una situación, hacerla propia (integrarla a uno mismo) y actuar en consecuencia (Real Academia Española, 2019b). https://difiere.com/diferencia-entender-y-comprender/

5 Eugene P. Odum ha definido la ciudad como un “ecosistema heterótrofo” o más bien como un sistema incompleto heterótrofo, dependiente de amplias zonas limítrofes (y no limítrofes) para la energía, los alimentos, las fibras, el agua y otros materiales. Según Odum la ciudad difiere de un sistema heterótrofo natural porque presenta una tasa metabólica mucho más intensa por unidad de área, lo que demanda mayor flujo de energía concentrada, dada por los combustibles fósiles, porque necesita incorporar metales y otros materiales transformados, además de los verdaderamente imprescindibles para el sostenimiento de la vida como el agua y los alimentos; y porque genera una considerable y venenosa emisión de desechos, por lo que los ambientes de entrada y de salida son relativamente más importantes en el sistema urbano que en un sistema autótrofo como un bosque (Bettini, 1998).

6 Continuidad espaciotemporal. Propiedad de los cursos, o trayectorias espaciotemporales, de los objetos que se comportan normalmente. Una trayectoria espaciotemporal es una serie de posibles posiciones espaciotemporales, representadas (en un sistema de coordenadas elegido) por un par ordenado consistente en un tiempo (su componente temporal) y un volumen espacial (su componente espacial) (Audi, 2004).

Referencias