Parte 3 - Capítulo 2
Ambiente e innovación rural
Co-creando para el desarrollo de una solución de innovación social rural: caso de Popayán en Colombia
1. Introducción
El Libro Verde 2030, propuesto por el antiguo Colciencias (Departamento
Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación), hacía referencia a la
transformación en los sistemas socio-técnicos, dentro de los cuales se encontraba
la producción de alimentos junto con la generación eléctrica o el suministro de
agua, frente a los cuales esta política planteaba que dichos sistemas se enfrentaban
a dos grandes problemáticas; por un lado, se encontraba su ajuste lejano a las
exigencias de sostenibilidad del planeta, y, por otro, a la alta concentración en
actores cuyas perspectivas estaban notablemente distantes de la vivencia de
población en general (Colciencias, 2018; University of Sussex, 2018).
Por su parte, la Misión de Sabios promovida por el Estado colombiano, derivó
en una serie de análisis y recomendaciones. Por un lado, se advertía acerca de
la necesidad de adelantar acciones e iniciativas para enfrentarse a un entorno
económico global cada vez más incierto, junto con la visión de diversificar la
economía, ajustándose a los lineamientos establecidos dentro de los Objetivos
del Desarrollo Sostenible (ODS). En este marco, la Misión de Sabios planteó un primer reto vinculado
con el aprovechamiento de la diversidad cultural y natural,
con el fin de dar impulso a la bioeconomía, en donde se pudiera garantizar la
generación de valor a productos agrícolas y empezar a alejarse de la dependencia
de la explotación de recursos no renovables (Misión de Sabios, 2019).
En el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible se ha propuesto la meta
de poner fin al hambre, bajo el propósito de la seguridad alimentaria, una
mejor nutrición y la promoción de la agricultura sostenible. Frente a este reto,
y considerando que la agricultura en los conglomerados urbanos y periurbanos
ha existido desde siempre, ha crecido el interés vinculado con el aumento
poblacional y la expansión de la frontera urbana, lo cual ha planteado dinámicas de
transformación rurales a urbanas; junto con las situaciones que han acompañado
este proceso en América Latina, como la pobreza estructural, desnutrición y
exclusión social (Clavijo y Cuvi, 2017), vale mencionar que estas problemáticas se
han acentuado, debido a los efectos generados por la pandemia que enfrenta el
mundo desde inicios de año 2020.
En este sentido, las huertas agroecológicas y familiares representan un
importante escenario para la diversidad agrícola, fundamental en la garantía de
la seguridad alimentaria de las comunidades (Villa y García, 2017). De acuerdo a
esto, la posibilidad de desarrollar y promover las dinámicas sociales alrededor de
la construcción y mantenimiento de las huertas comunitarias, representa una
oportunidad para que las comunidades urbanas y rurales tengan la posibilidad
de acceder a alimentos de manera segura. Sin embargo, también representa
un importante escenario de encuentro de conocimientos, relaciones sociales e
interacciones culturales, las cuales pueden convertirse en impulsores o barreras
para los procesos de consolidación de las huertas.
Frente a esta dinámica, considerando las múltiples dificultades para el acceso de
alimentos en regiones como América Latina, donde los países que hacen parte
de la Alianza del Pacífico no son ajenos a esa problemática, el fortalecimiento
de la red de huertas agroecológicas representa la oportunidad para afirmar los
procesos de consolidación de una agricultura sostenible y de innovación social y
transformativa.
En este sentido, este capítulo presenta una aproximación desde el trabajo
adelantado en la Universidad del Cauca, Colombia, frente a un proceso de
innovación social alrededor de la consolidación de huertas agroecológicas por
medio del co-diseño, en donde se han involucrado investigadores y comunidades
para propiciar procesos de apropiación social del conocimiento, con lo cual
se busca contribuir al fortalecimiento de los procesos de ciencia, tecnología e
innovación.
El valor social de la innovación rural
Innovar para la construcción de oportunidades que generen valor social
Para Peter Drucker (2004) la innovación no era una característica única o
una actitud esencialmente empresarial, sino una actitud social, razón por la
cual no la vinculaba únicamente a las organizaciones, a pesar de ser esta una
herramienta clave para su desarrollo; señalaba que la innovación es la aceptación
de la responsabilidad humana que permite transformar algo, ya sea un proceso,
un producto o incluso un comportamiento social (Benneworth et al. 2015); en
consecuencia, y desde esta perspectiva, innovar no es solamente generar algo
nuevo (tangible o intangible), es lograr difundirlo/comercializarlo y apropiarlo
exitosamente (Hernández et al. 2016; Aguilera y Reyes, 2016). Asimismo, desde los
años 90, el libro Verde de la Innovación de la Comisión Europea (1995), permitió
reafirmar que la innovación aporta soluciones inéditas a diversos problemas, con
el fin de responder a las necesidades de las personas y los diferentes actores de
una sociedad.
Lo anterior suscita el valor social que se encuentra inmerso en la innovación, el
cual trasciende más allá de los contextos empresariales; por ello, actualmente ha
surgido un creciente interés por generar soluciones a diferentes problemáticas,
dado que el mundo experimenta significativas transformaciones en la estructura
social (Blanco et al. 2018) y, por consiguiente, los modelos, prácticas y estrategias
convencionales que han prevalecido para mitigar o solucionar estas problemáticas,
se han tornado obsoletas y han generado consigo profundas insatisfacciones en
una sociedad que constantemente está sufriendo cambios en su entorno, actores,
dinámicas sociales y económicas, entre otras (Cepal, 2019). En consecuencia, lo
anterior ha derivado en nuevas oportunidades de innovación que buscan crear
valor social, por medio de métodos que puedan ser replicables y sostenibles, y que
propendan por la igualdad e inclusión social (Camargo et al. 2017).
La innovación social ha logrado convertirse en un fenómeno multidimensional
que no se limita a un sector en concreto, sino que relaciona a varios sectores
entre sí y las dinámicas existentes entre ellos (Daza et al. 2019), lo que hace
inevitable cuestionarse acerca de cómo esta se lleva a cabo en diferentes
contextos, entre ellos, el rural. Respecto a este último, cabe cuestionarse si los
procesos de innovación social se generan de igual manera a como se presentan
en la academia, la industria o entornos urbanos. Este interrogante se soporta y
acrecienta a través del tiempo, dado que tradicionalmente se ha evidenciado
cómo los procesos de apropiación social o transferencia de ciencia, tecnología e
innovación (CTeI) hacia las comunidades rurales, se han enfocado principalmente
en ejercicios divulgativos y hasta impositivos, actividades donde no se incentivan la crítica o la
retroalimentación (Chaparro, 2016), donde los conocimientos
empíricos, ancestrales y culturales no suelen ser identificados ni incorporados en
la construcción de oportunidades que generen valor social y/o faciliten posicionar
al conocimiento y las redes que se forman alrededor de él, como un centro de
producción de riqueza (Pastore & Tomei, 2018; Rodríguez, 2016; Manzini, 2015;
Daza et al. 2019).
Colombia no es ajeno a la situación descrita y a pesar de que se han implementado
iniciativas de innovación social, estas se han enmarcado especialmente hacia
los sectores educativos de los entornos rurales (Rodríguez, 2016); en contraste
con lo indicado, la comunidad rural aún es percibida como una “población sin
nombre ni apellido”. A pesar de que Colombia es un país que se caracteriza por ser
agropecuario, aún presenta graves problemas de participación social, los cuales
han ocasionado que las demandas del sector rural no se conozcan de manera
clara y por consiguiente no sean comprendidas de forma correcta (Palacios et
al. 2020). Tradicionalmente se ha promovido en las comunidades rurales el rol
de receptores de información o de desarrollos de CTeI, más no de emisores o
participantes activos para la generación de nuevo conocimiento y/o desarrollos
de CTeI; es importante mencionar la pertinencia que hay en fortalecer la conexión
entre las comunidades rurales, la academia, la industria y otros actores de la
sociedad, con el fin de promover el valor social en los procesos de innovación rural
y alcanzar la integración e intercambio del conocimiento, para la construcción de
nuevas soluciones.
Investigadores y su rol social en la educación en el siglo XXI “La innovación en los procesos educativos del Siglo XXI es fundamental para la modernización y transformación de la escuela contemporánea” (Mejía, 2017)
Es sustancial comprender e identificar la forma como el rol social de los
generadores de conocimiento, se desenvuelve en la construcción de oportunidades
de innovación social en las comunidades rurales, con el fin de promover la
participación rural de mujeres y hombres dentro del trabajo comunitario; Baróngil
et al (2014), han citado que el modelo académico de Colombia y sus instituciones
educativas, tradicionalmente conciben en su gran mayoría que las comunidades
campesinas son casos por ser analizados y no actores de su propio reconocimiento
y desarrollo.
Para avanzar hacia la educación del siglo XXI, en Colombia y en los demás países
que hacen parte de la Alianza del Pacífico, se requiere distinguir a las comunidades
rurales como protagonistas de un proceso educativo que es personal y único, que sigue trayectorias
interdependientes, basadas en su cosmovisión y cultura, en
sus motivaciones, habilidades y proyectos de vida, las cuales se soportan en el
contexto que conviven y se relacionan. En consecuencia, es necesario reconocer su
singularidad individual y comunitaria, para promover y garantizar su participación
en la sociedad del conocimiento (Peirano et al. 2015), por ello, la educación dirigida
a la comunidad rural debe ser reconstruida y rediseñada, así como las diferentes
formas y medios para transmitir la información y el conocimiento, con el ánimo
de llegar al campesinado bajo la epistemología de una investigación participativa.
Según Lomeli et al. (2018) se deben establecer vínculos entre comunidad y los
investigadores, para aprender mutuamente en una relación de conocimiento,
donde cada uno realice su aporte, con el propósito de estructurar un nuevo saber
desde todo punto de vista.
Cabe resaltar que, en los últimos 30 años, el rol del investigador se ha basado en
los modelos de desarrollo rural asociados al crecimiento económico y al enfoque
de la Revolución Verde (Delgado, 2016), los cuales no fomentan la creatividad
y el conocimiento de las prácticas tradicionales de las comunidades rurales.
Sin embargo, Sevilla (2011) ha reportado estudios donde se puede evidenciar la
realización de actividades conjuntas entre investigadores y agricultores para el
diseño participativo de acciones productivas y de cambio social, que han permitido
mejorar sus niveles de vida. Asimismo, Pastor y Espeso (2015) han llevado a cabo
diferentes iniciativas enfocadas en investigaciones responsables y recíprocas con
pueblos originarios, donde han podido generar diferentes vínculos sociales que
sugieren a la empatía y la confianza como características esenciales que se deben
implementar y generar por los investigadores en los espacios participativos.
Como se mencionó, la creación y/o el reconocimiento de las reglas y prácticas
sociales por parte de la academia y los investigadores en los entornos rurales
promueve el cambio social, el cual permite llegar a interacciones entre la
cultura material (artefactos y proyectos tecnológicos) e inmaterial, para generar
soluciones a problemáticas presentes y futuras de los entornos rurales, lo cual se
puede reconocer como innovación (Perry, 2016).
Definiendo el campo de innovación social rural
“Innovation from Everyone is Everywhere” (Whitwam, 1999)
La innovación deliberada y sistemática, es el resultado de la identificación y
análisis de nuevas fuentes o posibles campos de oportunidades de innovación,
los cuales se pueden generar por situaciones asociadas a acontecimientos
inesperados, incongruencias, necesidades de proceso y cambios sectoriales y de mercado (Cadena y
Pérez, 2019). Claramente, las cuatro áreas descritas se
caracterizan por poseer diferentes complejidades, enfoques, percepciones, entre
otras especificidades, pero en conjunto representan o engloban la gran mayoría de
situaciones donde pueden nacer diferentes oportunidades de innovación social.
De acuerdo con Hamel (2006), cuanto mayor es una problemática, mayor es la
oportunidad para la innovación; en las poblaciones rurales de los países que hacen
parte de la Alianza del Pacífico, se requiere y es imperioso innovar constantemente,
para lograr superar los numerosos retos y desafíos característicos del entorno
rural; en consecuencia, la innovación social rural es un factor clave para promover
la inclusión en las comunidades rurales que han sido excluidas por generaciones,
al mismo tiempo que se generan e identifican nuevos campos de oportunidades,
que permitirán promover innovaciones acorde a los entornos rurales y sus
comunidades (Arce, 2013).
Por consiguiente, un campo de innovación social rural surge ante una oportunidad
o interés naciente de solucionar una situación adversa o problema que afecta a
una comunidad en un contexto rural particular; es decir, se busca intervenir una
problemática para transformarla en una oportunidad de innovación social.
Con el interés de profundizar y conocer la manera en que son entendidas las
problemáticas u oportunidades en los entornos rurales, se hace necesario
reconocer cómo actualmente son interpretados estos desafíos; si solamente
cómo problemáticas o como problemas que se derivan en oportunidades para
generar nuevas innovaciones.
¿Un problema u oportunidad en los entornos rurales?
Actualmente es un reto para los investigadores transformar las dinámicas de los
procesos tradicionales, lo que ha derivado en que muchos no se centren en las
oportunidades potenciales que hay en las zonas rurales. Sin embargo, diferentes
expertos del mundo le apuestan a un "renacimiento rural", donde estos entornos
asuman un papel central en el desarrollo de comunidades sostenibles y resilientes
(De Luca et al. 2020).
Con la actual situación generada por la pandemia de Covid-19 que enfrenta el
planeta, el sector rural se ha perfilado como un importante foco de recuperación
económica, que aún se enfrenta con las dificultades estructurales e históricas que
lo han aquejado y disminuido en las últimas décadas. Sin embargo, esto puede
significar la generación de nuevas oportunidades y perspectivas de desarroll o
rural, vinculadas con un mayor reconocimiento de la producción de alimentos, como eslabón clave en
la estabilidad de las naciones que, en situaciones complejas
como las pandemias, se pueden enfrentar a problemas de desabastecimiento y
riesgos para la seguridad alimentaria. De esta forma, el sector rural de países que
cuentan con las posibilidades agroclimáticas, puede encontrar un momento de
nuevas oportunidades para convertirse en despensa de alimentos.
De acuerdo con los planteamientos anteriores, como modelo ilustrativo de una
solución de innovación social rural, a continuación se detalla la experiencia que
se está realizando entre la Universidad del Cauca (Colombia) y una comunidad
campesina, por medio del proyecto “Huertas agroecológicas para el desarrollo
socioeconómico de la comunidad de la Vereda La Yunga”, proceso que se está
realizando desde el año 2019 y termina en el año 2021, para el cual se reconoció la
seguridad alimentaria como un campo de innovación social; por ello, se identificó
a la co-creación de huertas agroecológicas como alternativa para contribuir al
desarrollo socioeconómico y al bienestar social de la comunidad rural, al mismo
tiempo que se crea y genera un nuevo conocimiento de forma participativa.
Implementando una solución desde la innovación social: Caso de estudio
En la vereda La Yunga, Cauca, Colombia, donde se encuentra ubicado el relleno
sanitario “Los Picachos”, el desaprovechamiento de los residuos orgánicos y el no
desarrollo de iniciativas que fomenten el reciclaje y/o reutilización de desperdicios,
ha conllevado a que la comunidad que vive en la zona y en las veredas aledañas,
sufra afectaciones de tipo social y económico. Asimismo, en la comunidad no
se ha propiciado el apoyo a nuevas iniciativas que fomenten la generación de
productos o alimentos para la comunidad, a pesar de que en la zona es recurrente
la producción agropecuaria de maíz, café, frutas y hortalizas.
Sumado a lo anterior, la falta de ingresos suficientes para que los hogares
adquieran una canasta básica de alimentos y la escasa oferta de los mismos y ha
ocasionado que los precios actuales sean menos accesibles para la comunidad.
Sin embargo, sobresale la existencia en la comunidad afectada, de un interés en
realizar una producción sostenible y diversa de alimentos de la canasta familiar
como alternativa de agricultura sostenible. En concordancia, la diversidad
productiva, además de apoyar la generación de ingresos económicos alternos,
puede contribuir a la producción de alimentos sanos de autoconsumo, como
complemento a los ingresos de las familias de la zona.
Como respuesta a la problemática expuesta para la seguridad alimentaria, las
huertas agroecológicas y comunitarias, son una posible alternativa por su bajo
costo de implementación, además de ajustarse a las políticas de desarrollo social, económico,
cultural y político del programa nacional, departamental y municipal
del CONPES 113 de 2008, que establece que la seguridad alimentaria nacional se
refiere a la disponibilidad suficiente y estable de alimentos, el acceso y el consumo
oportuno y permanente de los mismos en cantidad, calidad e inocuidad por parte
de todas las personas, bajo condiciones que permitan su adecuada utilización
biológica, para llevar una vida saludable y activa (Vargas et al. 2017).
En una situación de coyuntura como la actual, una propuesta de innovación
social rural como la expuesta, se torna aún más pertinente para aportar a la
seguridad alimentaria. Por ejemplo, en Colombia el año 2014 se declaró como el
año internacional de la agricultura familiar y se empezaron a adelantar diversas
estrategias para impulsar esta actividad económica, entre ellas, la constitución
del Comité de Impulso, constituido por 65 organizaciones de diferentes regiones
del país. Dicho comité ha propiciado la movilización de diferentes espacios sobre
el tema agrario y la visibilización de la importancia de la agricultura familiar
(Castaño y Romo, 2015).
La seguridad alimentaria familiar permite a los hogares obtener alimentos
suficientes, para mantener saludables a sus integrantes; por ello, un mecanismo
para garantizar la subsistencia de los hogares son las huertas familiares, dado
que su principal objetivo es la obtención de alimentos para el núcleo familiar.
Las huertas familiares proporcionan múltiples beneficios, que incluyen no sólo la
mejora de la seguridad alimentaria, sino que contribuyen a la salud de la familia,
la equidad y la preservación de los conocimientos tradicionales y culturales.
Igualmente, la práctica de la agricultura en familia también educa y las labores en
torno a las huertas reúnen a la familia y crean un hábito saludable lleno de valores
(Gómez, 2014). Además, las comunidades rurales utilizan las plantas para cubrir
diferentes necesidades de tipo biológico o cultural.
Es importante citar que los primeros estudios y definiciones asociadas a los
sistemas productivos de huertas familiares se remontan de la década de 1970 y se
realizaron inicialmente en regiones tropicales de Asia y en los países llamados “en
desarrollo”. Respecto a los países de la Alianza Pacifico se puede resaltar para Perú
en el campo de la seguridad alimentaria, como la agricultura familiar representa
el 97% del total de las unidades agropecuarias y es una actividad que se realiza en
interrelación dinámica con el entorno social, económico, cultural y ambiental, por
ende, se creó la Comisión Multisectorial de Seguridad Alimentaria y Nutricional,
de naturaleza permanente, adscrita al Ministerio de Agricultura, ahora Ministerio
de Agricultura y Riego (MINAGRI), con la finalidad de coordinar los esfuerzos
orientados a la consecución de la Seguridad Alimentaria y Nutricional Nacional
(MINAGRI, 2015); en Chile la agricultura familiar campesina equivale cerca del 90% del total de
unidades productivas agrícolas del país y en México según los datos
de la Encuesta Nacional de Hogares Rurales de México (2015) hay 5.3 millones
de unidades agropecuarias, de las cuales 57.94% corresponden a la agricultura
familiar. Para Colombia la agricultura familiar es significativa, produce cerca del
79% de los alimentos que se consumen y el 80% de los productores pertenecen a
familias agricultoras (Cano, 2015; Sabourin et al. 2015).
Ante lo descrito es claro como Colombia, Chile, Perú y México, gracias a su
potencial agrícola representan el 39% del total PIB de América Latina y El
Caribe, en consecuencia cada vez son más los empresarios del campo, por ello,
los agricultores pequeños y medianos (agricultura familiar) requieren innovarse
y tecnificarse; sin embargo, “la literatura alrededor de la innovación en entornos
rurales o innovación campesina es limitada a la hora de entender los procesos
desde los usuarios, es decir, desde los campesinos y campesinas” (Reina-Rozo &
Ortiz, 2019, p. 3), situación que se extrapola a los procesos de desarrollo o diseño de
huertas en zonas rurales, en concordancia, es importante construir iniciativas en
la ruralidad que surjan desde el diseño participativo para alcanzar la adaptabilidad
y adopción de los desarrollos por parte de las comunidades (Villar-Uribe, 2019).
Estrategia de innovación social: una transición didáctica de lo presencial a lo virtual
Las soluciones co-diseñadas son un valioso resultado en los proyectos, pero no
son su fin, puesto que se debe buscar generar en la comunidad la capacidad de
continuar un autodesarrollo que logre ser sostenible en el tiempo.
Para el proyecto “Huertas agroecológicas para el desarrollo socioeconómico
de la comunidad de la Vereda La Yunga”, se propuso que los investigadores se
involucraran con las comunidades rurales locales y de las veredas cercanas de
El Tablón y Río Hondo, Cauca, Colombia, para observar su cultura, tradiciones y
vivencias asociadas al desarrollo e implementación de huertas. Inicialmente
se hizo una revisión bibliográfica sobre los procesos que tradicionalmente
son aplicados para la implementación de huertas en entornos rurales, para
compararlos posteriormente con los relatos de las comunidades participantes,
desde una visión sociocultural.
La estrategia metodológica de innovación social se soportó en una investigación
de corte cualitativo, apoyado en la etnografía aplicada, que buscó abrir un debate
que logrará darles voz y protagonismo a las comunidades rurales, para propiciar el
proceso de co-diseño (Palacios et al., 2020). Esta estrategia metodológica tuvo que
transitar de lo presencial a lo virtual, dado que inicialmente el proyecto se realizó por medio de
actividades participativas y comunitarias, pero por las contingencias
de salud pública actuales, el equipo de investigadores generó una estrategia que
facilitará la implementación y continuidad del proceso de co-diseño, apoyándose
en herramientas digitales.
La unidad de análisis se conformó por comunidades rurales de las veredas de
La Yunga, El Tablón y Río Hondo, zonas afectadas por el relleno sanitario “Los
Picachos”, ubicado en la zona rural cercana a la ciudad de Popayán, Cauca,
Colombia. Se realizó una invitación a diferentes productores de la zona para
participar en la iniciativa, logrando conformar un grupo aproximado de 25 familias
interesadas. Posteriormente se construyó un grupo focal, con el cual se desarrolló
la metodología que se detalla a continuación:
Por medio de un taller de acercamiento y conocimiento, se identificaron aquellos
participantes que sobresalían por su especial interés en la seguridad alimentaria
y en la implementación de huertas en sus hogares. Se buscó que los diálogos de
los participantes en el taller giraran entorno a los alimentos de la canasta familiar,
la definición para la “frase huerta agroecológica”, los integrantes de la familia, la
frecuencia de mercado y los costos asociados a la canasta familiar. Los resultados
de este primer taller de acercamiento y conocimiento, brindaron los insumos
necesarios para la conformación del grupo focal con quienes se realizaría el
proyecto. Para su selección se realizó un muestreo por extremos, que se centró
estudiar aquellos casos que serán ricos en información asociada a huertas, frente
a aquellos que no lo eran (Hernández & Rúa, 2018). Asimismo, este taller permitió
identificar entre los participantes a algunas personas que se podrían clasificar
como influyentes, porque reflejaban características de liderazgo, experiencia y
actitud participativa y/o motivadora.
Se definieron las etapas metodológicas para el proceso de co-diseño, donde se
tomaron como referentes el modelo doble diamante planteado por el Desing
Council (2006), la estrategia de diseño social planteada por Aguirre (2017) y el
modelo de Henrutas: caja de herramientas para dinamizar procesos de apropiación
de CTeI en entornos rurales, planteada por Palacios (2020). A continuación, se
detallan las etapas del proceso:
1. Descubrir – Conocer
Esta etapa buscó involucrar a la comunidad rural para conocer sus necesidades y descubrir posibles
oportunidades de co-diseño, al mismo tiempo
que se buscó identificar si la solución a proponer o implementar era una alternativa pertinente,
atractiva, aplicable y si había sido previamente visualizada
como una posible solución. Esta etapa fue el punto de partida que ayudó a que los investigadores
pudieran acercarse a los participantes y lograran indagar, al
mismo tiempo que se identificaban a los actores claves en la comunidad participante. Esta etapa se
conformó por las siguientes herramientas:
1. Taller de acercamiento y conocimiento.
2. Taller para agrupar ideas.
3. Nube de palabras.
4. Razonamiento inductivo.
5. Entrevistas semiestructuradas.
6. Diálogo peripatético.
2. Pre-experimentar
Se desarrolló una etapa de pre-experimentación, que buscó realizar el primer
acercamiento entre una propuesta o desarrollo de innovación social y la
comunidad rural, para que los participantes pudieran tener una primera experiencia de
pre-prototipado acorde a sus prácticas tradicionales; el objetivo fue
descubrir sus apreciaciones y definir los desafíos que podrían experimentar
durante el posterior proceso de co-diseño. Esta etapa se conformó por las
siguientes herramientas:
7. Taller de pre-prototipado.
8. Matriz de Feedback.
9. Escala de valor.
3. Estudio del entorno
Las anteriores dos etapas permitieron recopilar valiosa información asociada
a la comunidad, su entorno y su primera experiencia de pre-prototipado, por
ello, como paso siguiente, fue necesario interpretarla para definir los factores
socio-culturales que pueden relacionarse con la aceptación o rechazo hacia el
proceso de co-diseño. Esta etapa se conformó por las siguientes herramientas:
10. Matriz de análisis por caracterización inductiva.
11. Mapa de relaciones ERAF.
12. Mapeo de actores.
13. Georreferenciación social.
4. Difusión
El método definido propuso una etapa donde se diera la difusión de información asociada al proceso de
pre-prototipado; este era un indicador de generación de nuevo conocimiento, que refleja que se está
generando un proceso
de confianza y de familiaridad en la comunidad hacia el proceso de co-diseño.
Esta etapa se conformó por la siguiente herramienta:
14. Taller para entrelazar ideas.
La siguiente y última etapa se encuentra en proceso de implementación en el
proyecto, dado que por la coyuntura actual se empezaron a generar espacios de
co-diseño que se caracterizan por estar apoyados en herramientas virtuales.
5. Espacios participativos/demostrativos
Para el proceso de co-diseño es y será clave generar espacios para el dialogo
de seres, haceres y saberes, momentos donde los investigadores les permitan
a los participantes proporcionar un conocimiento sobre ellos mismos, el
entorno y la solución co-diseñada. En esta etapa se busca que los participantes
puedan implementar la solución generada y logren su adopción y se conforma
por la siguiente herramienta:
15. Tejiendo una solución con rostro humano: a) Taller de prototipado a escala
real. b) Taller de refuerzo y c) 3. Taller de implementación.
A continuación, se detallan los principales hallazgos, avances y resultados
alcanzados en el marco de esta estrategia metodológica de innovación social.
Co-creando para el desarrollo de una solución: el campesino en su rol como investigador
Es importante tejer un desarrollo con el rostro de la comunidad, no sólo es unir
sus ideas, sino que estas se deben entrelazar para un fin específico que surge de y
para la comunidad.
Como se describió, para la etapa de Descubrir – Conocer, se realizó un taller de
acercamiento y conocimiento con los campesinos interesados en el proyecto,
se les consultó sobre cuál sería la definición que darían a la palabra de huerta
agroecológica, donde sobresalieron las siguientes frases (Ver figura 1):
La nube de palabras reafirmó que los participantes relacionaban las huertas
agroecológicas con el enfoque que tiene el proyecto, asociado al fortalecimiento
de las relaciones medioambientales sostenibles y responsables.
Durante el taller y acorde a la información indicada por los participantes, se logró
conocer los posibles alimentos a definir para las huertas, entre ellos sobresalieron:
zanahoria, acelga, cilantro, espinaca, habichuela, cimarrón, tomate, orégano,
cebolla, zapallo, fríjol y maíz. Asimismo, se pudo concluir que, en promedio, los
hogares de los participantes estaban conformados por cuatro integrantes.
Al indagar acerca de las dinámicas asociadas a la adquisición de alimentos, la
mayoría de participantes respondieron que los artículos de galería se compraban
semanalmente, y entre ellos los alimentos de interés para el proyecto, dado que
varios de ellos se pueden producir en huertas.
Los demás alimentos los adquirían quincenal o mensualmente. Asimismo, el
gasto promedio semanal para estos alimentos en julio de 2020 es de $49 US;
aquí es importante citar que, en promedio, un mercado básico en Colombia para
el año 2017 costaba entre $97 US y $110 US mensuales para cuatro personas,
valor cercano al indicado por los participantes. Finalmente, este acercamiento
permitió reafirmar la pertinencia de producir alimentos sanos de autoconsumo
por medio de huertas agroecológicas, ya que esto se traducirá en menores costos
en la canasta familiar, debido a la reducción en la inversión de dinero para la
compra de algunos alimentos, permitiendo así que el dinero “ahorrado” pueda ser
direccionado a asuntos de salud, educación u otra necesidad (Vargas et al., 2017).
Posteriormente y acorde a la información recopilada, se generaron conclusiones o
categorizaciones lógicas, en los siguientes pasos:
1. Se transcribieron las observaciones y lluvias de ideas resultantes del taller.
2. Se hizo una clasificación por grupo de las opiniones recolectadas.
Las clasificaciones por grupo de las anteriores opiniones, se nombraron como una
principal característica, con el objetivo de convertirlas en categorías de estudio.
A continuación, se detallan las categorías que fueron definidas para las
entrevistas semiestructuradas: datos personales, familia, orígenes, residencia,
aspectos económicos, cultura alimentaria, realización y cuidado de las huertas,
motivaciones y otras. Se realizaron nueve entrevistas al grupo focal que se definió
acorde a la metodología.
Posteriormente, se implementó la etapa de Pre-Experimentación definida en
la metodología del proceso de co-diseño, para la cual se realizó una revisión de
diferentes modelos de huertas, para esbozar un abanico de alternativas que
respondieran a las necesidades y requerimientos de los participantes, para ello,
se socializaron algunos desarrollos de investigación que se han implementado en
otros contextos o problemáticas similares. Las soluciones recopiladas respondían
a los determinantes o características identificadas en el previo acercamiento.
Esta experiencia permitió conocer que las huertas implementadas por ellos,
tradicionalmente son camas sobre el suelo de dimensiones superiores a 1 m x 2 m
y construidas en guadua, a lo que los participantes indicaban que las principales
dificultades de cuidado estaban asociadas sus ubicaciones distantes, que eran
estáticas o fijas, su mantenimiento les requería tiempo adicional y debían tener
posturas ergonómicas incómodas al tener que pasar tiempos prolongados sobre
el suelo.
Esta etapa fue clave para vincular a los participantes bajo el rol de investigadores
asociados, con el fin de articular sus conocimientos y ponerlos en diálogos, para no
caer en un desarrollo de investigación absoluto o "divorciado" de sus dimensiones
socioculturales (Palacios et al., 2019). Por ello, se vislumbró que la propuesta a
co-diseñar debía responder a mitigar las dificultades identificadas.
Para dar mayor claridad entre los participantes a cerca de la metodología que
se estaba implementando, se les consultó sobre la interpretación de la palabra
diseño, donde sobresalieron opiniones como:
• Construcción o edificación de casas u objetos.
• Maquetas.
• Dibujar a mano algo que se desea construir.
Teniendo sus definiciones como referentes se indagó acerca del concepto de
co-diseño, varios de ellos expresaron entenderlo como una actividad para realizar
un diseño entre varios, es decir, un trabajo colaborativo. Lo descrito facilitó
avanzar en la etapa de pre-experimentación, dado que había una comprensión
metodológica adecuada, lo cual es clave para establecer un proceso de co-diseño,
donde todos los interesados pueden aportar para no sólo garantizar la búsqueda
de una solución técnica de un problema, sino también en la construcción de su
significado, haciendo que esta adquiera un sentido para todos los involucrados;
esta es una manera de asegurar que la solución obtenida logre ser cultural
y socialmente aceptable por los participantes y las comunidades que serán
beneficiarias (Manzini, 2015).
Posteriormente, se llevó a cabo la etapa de Estudio del Entorno, para interpretar
la información recopilada. Para fines de este estudio de caso, se socializaron los
resultados sistematizados aplicando una matriz de análisis por caracterización
inductiva, al interpretar la información resultante de las entrevistas realizadas, en
las cuales se fomentó un diálogo peripatético para propiciar un intercambio fluido
y demostrativo, mientras se recorrían los diferentes hogares de los participantes,
con el fin de observar y confirmar sus relatos (Ver figura 2).
Los participantes entrevistados tenían una edad promedio de 46 años y en
su mayoría se encontraban comprometidos por unión libre o eran casados; el
máximo grado de escolaridad alcanzado entre la mayoría de participantes fue la
primaria y en pocos casos el bachillerato o la educación superior.
Las principales actividades económicas a las que se dedican los participantes se
encuentran en el marco de la ganadería, caficultura, piscicultura, la cría de pollos
y de cerdos. Cabe resaltar que varios de ellos han tenido o tienen huertas, que
se caracterizan por ser camas sobre el piso construidas en guadua, de tamaños
mínimos de 1 m x 2 m y ubicadas en lugares no cercanos a las casas. También se
observaron algunas huertas construidas con piezas recicladas (Ver figura 3).
La dinámica social y cultural asociada a las huertas en los hogares de los
entrevistados era similar; generalmente los hombres son quienes se encargan de
construirlas, pero el cuidado como la recolección de los alimentos está a cargo
de las mujeres y los niños del hogar. Sin embargo, de acuerdo con el Instituto
Interamericano de Cooperación para la Agricultura, las mujeres rurales producen
el 45% de los granos y hortalizas que se consumen en los hogares, en entre otros
alimentos que conforman la canasta básica de seguridad alimentaria y nutricional
(Castaño y Romo, 2015).
Lo descrito corrobora cómo en la agricultura familiar, hay una división sexual
laboral; de acuerdo con Castaño y Romo (2015), generalmente las actividades de
las mujeres son consideradas como de ayuda a sus parejas, donde sobresalen las
asociadas a:
• Las actividades agrícolas de venta de productos a pequeña escala.
• Labores domésticas que pueden ser adicionales a las propias.
• Actividades reproductivas y preparación de alimentos, cuidado de los niños y
ancianos, lavado de ropa, recolección de leña, de agua, etc.
• Todo el proceso de la producción de alimentos desde la siembra hasta la
cosecha, pero esta participación es considerada como apoyo a los hombres.
Según el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia (2015), las anteriores
adjudicaciones al rol de la mujer en el entorno rural, se deben a que se les relaciona
una capacidad para ejecutar tareas de manera repetitiva y rutinaria, una capacidad
para realizar varias tareas al mismo tiempo, la facilidad para prestar atención en los
detalles y la posibilidad de asociar su trabajo a sus responsabilidades familiares.
Lamentablemente, el aporte de las mujeres es aún subestimado, a pesar de
que, en un tercio de los hogares del mundo, el trabajo de las mujeres es la única
fuente de ingresos (Yáñez, 2016). Además, las mujeres orientan una proporción
comparativamente mayor de sus ingresos a la satisfacción de las necesidades
básicas, como las de la canasta familiar. No obstante, las huertas agroecológicas
podrían contribuir a visibilizar el aporte que realizan las mujeres a la seguridad
alimentaria en sus hogares, además de resaltar su rol como generadoras de una
interacción familiar que se deriva en una posibilidad para fortalecer las redes
sociales familiares, dado que todos los participantes del hogar aportan en el
proceso de las huertas (Gómez, 2014). Asimismo, se ha identificado como las
huertas ayudan a construir el tejido familiar a través de diferentes generaciones,
como se observó en sus relatos, puesto que varios de los participantes aprendieron
sobre huertas por sus familias, especialmente por sus madres; sin embargo, también han ido
alimentado estos conocimientos por medio de capacitaciones
del Gobierno y/o Universidades, aunque no todos han tenido estas mismas
orientaciones y hay varios participantes que tendrán una huerta por primera vez.
Otro hallazgo relevante, fue como en la comunidad rural prevalece la correlación
existente entre la salud y lo que se come, puesto que fue recurrente encontrar
entre sus motivaciones para tener huertas, la intención como práctica de no usar
productos químicos y de realizar el control de plagas por medio de biopreparados.
Los siguientes relatos lo reafirman:
• Sabe uno lo que se come (entrevistado 1)
• Todo es sano y natural (entrevistado 3)
• Se sabe lo que se aplica a los alimentos, se come con confianza y se sabe lo que
se come (entrevistado 6).
Otra de sus motivaciones para tener huertas era el de generar un ahorro económico,
dado que las identifican como una estrategia que permite reducir los costos de
la canasta familiar, reafirmando consigo como la agricultura a pequeña escala
contribuye a la reducción de la pobreza y garantizar el acceso a los alimentos; por
ende, las huertas familiares son sistemas de producción eficientes, inclusivos y de
auto abastecimiento de verduras, hortalizas, plantas medicinales y/o aromáticas,
que promueven una alimentación sana para mejorar la seguridad alimentaria, por
medio de la diversificación de cultivos.
De manera similar, las familias percibían que al tener huertas se generan también
beneficios ambientales y sociales, puesto que los alimentos se producen de forma
natural, al mismo tiempo que se fomentan actividades de trueque con vecinos y/o
familiares.
Finalmente, las principales dificultades identificadas para el cuidado de las
huertas convencionales se asociaban al requerimiento de tiempo adicional, por su
tamaño y ubicación distante y a los problemas de ergonomía.
En la etapa posterior de Difusión, se construyó una propuesta de co-diseño
de huerta agroecológica a partir de los relatos y mejoras indicadas por los
participantes; se logró entrelazar una idea y se generó un nuevo espacio para
"aprender a aprender y aprender - haciendo", fue un momento donde los
participantes proporcionaron su conocimiento y apreciaciones asociada a la
solución de innovación social generada. En concordancia, se socializó la huerta
que se había co-diseñada, se mencionó que el desarrollo buscaba garantizar las
siguientes características: piezas tipo lego, variedad de alimentos, optimización del espacio, fácil
mantenimiento, promover los cultivos ecológicos, la integración
familiar y la alimentación sana, no afectar la salud, optimizar el tiempo e
incentivar el ahorro del dinero al reducir los costos de la canasta familiar. Estas
características buscaban mitigar varias de las problemáticas que expresaron tener
los participantes con las huertas convencionales.
Durante el taller se conformaron equipos de dos personas, a quienes se les entregó
piezas a escala maqueta del prototipo de la huerta co-diseñada (Ver figura 4). El
ejercicio generó un espacio de diversión, aprendizaje, curiosidad y creatividad,
lo cual se buscaba dado que el concepto de innovación social plantea que todo
ser humano es creativo y esa creatividad debe ser usada para generar soluciones
novedosas a diversos problemas (Aguirre, 2017).
Este taller permitió conocer los desafíos que podrían experimentar los
participantes durante el proceso de co-diseño e implementación de las huertas
agroecológicas. Como principal herramienta para interpretar la información
resultante de la experiencia, se realizó la siguiente matriz de feedback (Ver tabla 1):
En este punto del proceso de co-diseño, los facilitadores y participantes de la
iniciativa se encontraron con el reto de realizar una transición didáctica de lo
presencial a lo virtual, dado que inicialmente el proyecto se había realizado por
medio de procesos participativos, donde se hacían reuniones con la comunidad
de estudio, pero por las contingencias de salud pública actuales estas actividades debieron
suspenderse, dejando al proyecto a un entorno VUCA (Volatilily, Uncertainty, Complexity y Ambiguity)
que hace referencia a un contexto
cambiante, el cual supuso un gran desafío para los investigadores al enfrentarse
a futuribles divergentes (Tessore & Petrella, 2020). Esta propuesta se ha caracterizado por buscar
aportar a la seguridad o autonomía alimentaria y reconociendo
lo reportado por el CEPAL (2020) donde se ha reportado como la pandemia de
Covid-19 ha tenido efectos sustanciales en el empleo, los medios de vida y, en
consecuencia, en los ingresos, los que han disminuido de manera drástica (o, en
algunos casos, desaparecido); la población rural es y ha sido de las más sensibles a
esta crisis, dado que la mayor parte de las personas que componen este grupo no dispone de seguros,
sean de salud o de protección de ingresos (tales como licencia
remuneradas por enfermedad o beneficios de desempleo). Por consiguiente, no
se podía desconocer cómo la población rural, vulnerable de por sí, ha sido especialmente azotada por
la pandemia, agudizando su vulnerabilidad. Por ello, el
equipo de investigadores se reinventó y rediseñó la estrategia de co-diseño para
facilitar su implementación y continuidad, apoyándose en todas las facilidades
digitales actuales, dado que en este entorno actual se debe tener una visión integradora que permita
adoptar estrategias que logren trascender a la ambigüedad
del contexto social (Tessore y Petrella, 2020). Se apostó por la estrategia descrita
como respuesta a las coyunturas presentes para la implementación de las huertas
agroecológicas, porque es una apuesta necesaria para la comunidad y busca
fomentar la seguridad alimentaria en su entorno.
Las anteriores etapas han permitido ir entrelazando ideas para esbozar una
propuesta de co-diseño, pero ahora, es importante empezar a tejer un desarrollo
con el rostro de la comunidad, es decir, ya no sólo se trata de unir ideas, sino que
estas se empiecen a entrelazar para un fin específico. En concordancia y ante las
coyunturas descritas, se evitó asumir una tecnología absoluta o divorciada de las
dimensiones socioculturales (Palacios et al. 2020), por la estrategia planteada
por Foster (1973), quien sugiere que existen personas en las comunidades
que desempeñan un papel decisivo en la introducción de nuevos cambios,
personas con perfil de knowmads, es decir, son capaces de desempeñarse desde
cualquier lugar o momento, de afrontar diversos cambios y son valiosos no sólo
por el conocimiento individual que poseen, sino porque contextualizan lo que
saben para crear un nuevo valor (Roca, 2018). Ellos pueden considerarse como
potencialmente influyentes para la adopción de innovaciones, por ello, y gracias
a los previos acercamientos realizados, se eligió un líder o vocero quien será el
encargado de trasmitir los mensajes a los demás participantes. Esta persona se
caracterizó por poseer:
• Liderazgo.
• Capacidad para comunicarse.
• Trayectoria en la comunidad.
• Aceptación por parte de la comunidad.
• Comportamiento proactivo y propositivo.
• Fácil acceso al lugar de residencia.
• Interés en realizar la actividad.
• Acceso a medios de comunicación como celular, wifi, etc.
Como se ha descrito, esta última etapa del proceso de co-diseño está en implementación y se ha
recurrido al uso y diseño de diferentes herramientas como
vídeos, guías e infografías que puedan ser compartidas por medios virtuales, con el
fin de que los participantes puedan replicar y aportar sus apreciaciones y mejoras
durante cada una de las etapas del proceso.
Continuando con la etapa de espacios Participativos/Demostrativos, se dio a
conocer la huerta a escala real, la cual fue ajustada acorde a las últimas sugerencias de los
participantes; esta actividad se realizó por medio de una socialización detallada del prototipo con
el vocero elegido. A él se le detalló la nueva
propuesta, que cumplía con los siguientes criterios:
• La huerta seguía conservando el estilo de piezas tipo lego, sencilla de armar
(¡sin clavos ni tornillos!), ocupa poco espacio y puede colocarse en diferentes
lugares de la finca, preferiblemente cerca de la casa, resaltándose así el
beneficio de adaptarse a espacios pequeños.
• La huerta permite la siembra variada de productos como verduras, hortalizas y
plantas aromáticas.
• La huerta permite la producción y cuidado de plantas, de manera libre de
químicos, ahorra agua de riego y reduce los costos de la canasta familiar bajo
el concepto de ¿qué queremos comer y cuánto queremos comer?
• Tener esta huerta facilita que su cuidado pueda sea realizado por los integrantes de toda la
familia; niños y adultos mayores pueden participar.
• Esta propuesta es más práctica y ergonómica.
• La huerta al ser pequeña, variada, tipo lego y estar ubicada cerca de la casa,
reduce su tiempo de cuidado, derivándose en tiempo libre para dedicar a otras
actividades (Ver figura 5).
Esta socialización involucró también la réplica de lo experimentado en el prototipado real, a una escala tipo maqueta, con el objetivo de que el vocero pudiera socializar con los demás participantes la experiencia; asimismo, esta herramienta a escala maqueta permitirá a los participantes entrelazar ideas de manera individual y les facilitará posteriormente implementar las huertas agroecológicas en sus hogares (Ver figura 6).
En este ejercicio se apostó porque el vocero fuera el único encargado de enviar, socializar y entregar toda la información a los demás participantes, para crear un adecuado flujo de la información. Como resultado de la implementación de esta estrategia virtual, el vocero socializó con sus compañeros la experiencia realizada; en las siguientes imágenes se puede observar cómo algunos de los participantes en sus hogares, pudieron replicar también la experiencia (ver Figura 7).
Para los siguientes talleres “virtuales” a generar y entregar (uso de medios virtuales
o impresos), el proyecto identificó como imperioso el seguir promoviendo que, en
cada socialización, se facilite la recolección de las diferentes opiniones de los participantes, al
mismo tiempo que se generan compromisos para garantizar su continuidad e interés; además, cada
entrega debe garantizar el reflejo de sus aportes
y/o sugerencias, para demostrar que se sigue realizando un proceso de co-diseño
con y para ellos. Acorde a la metodología propuesta, los próximos talleres a
realizar son de refuerzo y buscan complementar el proceso de implementación
de las huertas, profundizando u orientando sobre algunos temas claves y necesarios para alcanzar la
adopción del desarrollo, dado que el solo diseño no es suficiente para garantizar su sostenibilidad.
Los temas de refuerzo para esta solución
de innovación social, conciliados con los participantes en esta etapa, son: sistemas
de compostaje, siembra y elección de semillas específicas para cada hogar, biopreparados y
construcción de herramientas para las huertas con piezas recicladas.
Este estudio de caso, a pesar de no estar aún finalizado, permite llegar a una
reflexión que logra evidenciar cómo la academia, ante diferentes coyunturas,
dificultades y/o problemáticas sociales, necesita reinventarse; estamos en un
mundo cambiante que requiere de soluciones o propuestas innovadoras y es
importante resaltar que hoy se cuenta con herramientas digitales que permiten
llegar a lugares donde en décadas pasadas era imposible; por ello, es necesario
generar metodologías que involucren la creatividad y el intercambio de saberes
y haceres, porque los procesos generados desde y con las comunidades rurales,
permiten alcanzar soluciones de innovación social, dado que las innovaciones
deben representar verdaderas mejoras funcionales y permitir ser ajustadas y
mejoradas durante y después de su desarrollo; es probable que como resultado
de un proceso de co-diseño surjan mejoras, es decir, siempre se esté en mejora
continua, por ello es clave que los participantes se identifiquen en la solución
generada y estén prestos a adoptarla, porque así se puede garantizar ir más allá de
la sola usabilidad del desarrollo.
2. Consideraciones finales
Es importante resaltar cómo una problemática puede ser una oportunidad y cómo
una innovación social depende en gran medida de las circunstancias favorables
que existan para que esta se dé; en otras palabras, una innovación social se genera
y se esboza según su entorno, dado que es vital que una comunidad rural reconozca
la necesidad de dicha innovación en su contexto, como se trató de relatar en el
caso de estudio socializado, puesto que cuando una innovación se propone en un
momento en que los factores favorables están en apogeo, las posibilidades de que
se adopten son numerosas (García et al. 2019).
Asimismo, esta experiencia reafirma que, para promover procesos de innovación
social, es necesario que los participantes puedan identificar los resultados
económicos directos en las propuestas de innovación social que se generen,
porque ciertamente en los contextos rurales, este criterio o factor puede tener
más peso que otros (Soto et al. 2015). También, es importante resaltar que la
estrategia metodológica implementada, es una guía, más no es una estrategia
única, dado que se soporta en métodos participativos y cualitativos, por ello, no
permite generar representaciones estadísticas, ni los resultados de cada una
de las etapas o herramientas deben ser generalizados para todos contextos
rurales, puesto que al ser una herramienta de corte cualitativo cada resultado es particular y
específico. Sin embargo, vale recordar que una de las características
de la investigación cualitativa es la posibilidad que brinda de adaptarse a otros
contextos o realidades.
Respecto al proceso de co-diseño, el conocimiento producido no puede quedar
implícito o integrado solamente en el diseño, sino que debe ser también explícito,
discutible, transferible y combinable (Manzini, 2015); por ello, en el proceso es
vital no cohibir ni juzgar las expresiones que deseen plasmar los participantes, por
el contrario, es conveniente orientarlos y no persuadirlos.
Finalmente, es clave enfocarse en el diálogo de seres, haceres y saberes, recordando
siempre que ningún ser humano lo sabe todo, sino que todos sabemos algo, sin
olvidar que cada comunidad rural tiene la capacidad de construir su propio futuro;
por ello, desde la academia, debemos acercarnos y conocer historia, cultura,
cosmovisión, entorno, motivaciones y de acuerdo con ello, generar soluciones que
parten de ellos y los representan.
Finalmente, y en concordancia con Objetivos de Desarrollo Sostenible, en el
marco del aseguramiento de la seguridad alimentaria, es vital la promoción de la
agricultura sostenible en el mundo y, por supuesto, en los países pertenecientes
a la Alianza del Pacífico. Por ello, es clave promover la construcción de soluciones
innovación social rural, donde participen la academia y la sociedad en general.
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